domingo, 18 de diciembre de 2016

"Ay, si fuera verdad que Dios viviera..."

Esteban Torre ejerció primero la Medicina, como cirujano, y después fue profesor de Teoría de la Literatura en la Universidad de Sevilla. Veía las cicatrices en la piel de sus pacientes como si fuera la firma de un escritor cuando dedica un libro.
Es doctor en Filosofía y Letras y persona a la que le resulta embarazoso el halago directo y el indirecto. Sigue con el estupor de siempre: no sabe ni bien ni mal en qué consiste la vida. "Ay, si fuera verdad que Dios viviera y que esta sed de pervivir no fuera sólo un ladrar de perros a la luna" dice.
Cuando estaba en activo, se desenvolvía mejor en el ámbito de la literatura, su gran afición, que en de la Medicina, por la que sintió amor. Halló más gratitud por parte de los pacientes que por parte de los alumnos. El médico que tiene conciencia se vuelca sobre el enfermo y entonces necesita ese reconocimiento de gratitud.
Esteban Torre, como profesor universitario, no necesitaba esa gratitud por parte de los alumnos, porque se conformaba con ver cómo progresaban.