Me enteré por la SER que la
periodista Marina Romero ya sabe para qué ha venido a este mundo. Ella,
que se considera bastante agnóstica, lo descubrió cuando decidió ser
donante de médula. Gracias a su generosidad un niño o una niña (no lo
sabe) pudo curarse.
La conocí cuando Marina era miembro de la
primera junta directiva de la Asociación de la Prensa de Sevilla que
tan dignamente presidió Rafael Rodríguez Guerrero. Recuerdo que una
tarde de aquel año nos enfrascamos en una conversación, vía digital,
que resumo así:
-Marina, ¿dónde estás?
-Donde más me gusta:
delante de un ordenador, con el tercer café del día en el cuerpo,
móviles, en el del trabajo tengo puesta la melodía de los Fraggle Rock:
“hay que trabajar, no podemos descansar, tus problemas déjalos…”
-¿Aparentas lo que eres?
-Por
fuera soy como una roca. Soy durilla de pelar. Por dentro me duelen las
cosas… sufro mucho… le doy muchas vueltas a la cabeza… y aún lloro con
Mary Poppins.
-¿A qué has dado últimamente un carpetazo?
-A una mosca, y ha sido un libretazo… no es broma,¡es literal!
-¿Dónde creciste?
-En
una casa en la que se habla, se habla sin parar. Y, lo más importante,
una casa donde se dicen muchas cosas además de hablar y donde también
se me ha enseñado a no quedarme callada.
-¿Eres más protagonista que testigo?
-Me
gusta meter las manos en la harina. No paro quieta. En mi tierra se
dice “estar en el plato y en la tajá”… pues eso, no me gusta quedarme
mirando. La vida es mucho más divertida cuando haces cosas.
-¿Te has preguntado si tiene sentido tu vida profesional?
-A
diario me pregunto: ¿Por qué entre todos nos estamos cargando la
dignidad profesional? ¿Por qué la gente desde fuera piensa de un
periodista que es alguien afortunado? ¿Por qué no estamos más
protegidos y por qué no nos cuidamos más los unos a los otros?.
-¿Quieres mirar a tu alrededor?
-Claaaro…
Tengo enfrente unas vistas muy bonitas del Aljarafe… he aprendido a que
no sólo me gusten los rincones más bellos de esta ciudad, sino también
los lugares donde hago mi vida, donde viven mis sobrinos, donde me he
hecho una mujercita. Sevilla siempre será el sitio donde eché a volar
sola.
-¿Qué hora es ya?
-La hora de hacer algo, de ser más solidarios, de empezar a cambiar las cosas que no nos gustan. Creo que se puede hacer,