Entró en la librería y advirtió
los numerosos volúmenes dedicados al arte de cocinar. A esa hora los
pensadores comían. Unos, anchoas a la plancha con melón y zumo de
guindas; otros, tostadas de jamón con aguacate. Los escritores hacían
ingerir a los personajes de sus novelas manitas de cerdo con compota de
fresas a la naranja agria. .
El visitante de la librería coge una obra, muy breve, del escritor norteamericano Henri Miller, titulado “Leer en el retrete”.
Camino de su casa prueba a recordar un fragmento del texto:
-¿Qué haces ahí dentro, querida?
-Leer.
-¿Y puedo preguntarte qué lees?
-Algo sobre la batalla del Marne.
-¿Es entretenido?
-Es aburrido.
-Déjame que te traiga otra cosa.
-¿Cómo, querido?
-Qué si quieres que te traiga un refresco mientras avanzas con eso.
-¿Con qué?
-Con la batalla del Marne.
-No, ya lo he terminado. Ahora estoy con otra cosa.
(Al parecer la intimidad en esta casa sobre la que escribe Henri Miller está tan valorada como la lectura)
El visitante de la librería coge una obra, muy breve, del escritor norteamericano Henri Miller, titulado “Leer en el retrete”.
Camino de su casa prueba a recordar un fragmento del texto:
-¿Qué haces ahí dentro, querida?
-Leer.
-¿Y puedo preguntarte qué lees?
-Algo sobre la batalla del Marne.
-¿Es entretenido?
-Es aburrido.
-Déjame que te traiga otra cosa.
-¿Cómo, querido?
-Qué si quieres que te traiga un refresco mientras avanzas con eso.
-¿Con qué?
-Con la batalla del Marne.
-No, ya lo he terminado. Ahora estoy con otra cosa.
(Al parecer la intimidad en esta casa sobre la que escribe Henri Miller está tan valorada como la lectura)