jueves, 14 de febrero de 2013

Profesiones que matan

Una osadía de José Luis Cebrián, refiriéndose a los periodistas:
“Somos zombies. Ya nos hemos muerto. Lo que pasa es que, como buenos zombies, nos negamos a pensar que estamos muertos. Nos sentamos con los demás y ellos saben que somos zombies, pero nos aceptan a la mesa”. (Gorrón serás tú).
Las líneas anteriores, menos lo de gorrón, las leí ayer en el libro de Lluis Bassets, titulado “El último que apague la luz”. Es una obra que trata de la extinción del periodismo.
Y a la salud del periodista José Luis Cebrián cuento lo que sigue:
El último verdugo titular de la Audiencia Territorial de Sevilla se llamaba Bernardo Sánchez Bascuñana. Nació en Carrión de los Céspedes. Antes de que su oficio se extinguiera en nuestro país tuvo ocasión de quebrar con pericia, a la altura de la cuarta vértebra, el espinazo de cada uno de los tres condenados a garrote vil, produciéndoles la muerte por estrangulación y asfixia, según me comentó el abogado don Manuel Rojo Cabrera. Esto tuvo  lugar el 4 de abril de 1956, al amanecer, en el patio interior de la antigua cárcel de nuestra ciudad, mientras 2.000 presos guardaban silencio en las celdas. A los reos les comunicaron que iban a ser ajusticiados diez horas antes.
Solicitaron presenciar las ejecuciones tres vecinos de Sevilla. Uno de ellos se apellidaba Pulido y tenía una gestoría.
Los condenados habían matado a puñaladas a dos hermanas que regentaban el estanco de la calle Menéndez Pelayo, número 24.
El verdugo, que hacía versos, había enviudado dos veces. Debutó, como si dijéramos, en familia: En 1949 ejecutó a una mujer; María Domínguez Martínez, que era prima suya. Ejerció el oficio en diecisiete ocasiones. Murió de cáncer en 1972.