lunes, 11 de febrero de 2013

El reloj de Job

“¿Ha sacado los ojos a alguien?” pregunté al doctor Antonio Piñero Carrión cuando era catedrático de Oftalmología de la Facultad de Medicina de Sevilla.
-A muchos que los donaron en vida. Y en más de una ocasión he dicho a familiares de una persona recién fallecida “tengo hospitalizado a un niño que no ve. Si quieren, pueden darle luz a sus ojos.”
-¿Testigo de alguna experiencia pionera?
-Yo subí con el doctor Morón a la azotea de su casa, en San Eloy 28,  y presencié  cómo con la luz del sol estuvo provocando quemaduras en la retina de un conejo a través de una lupa. Fue la primera persona en el mundo que lo realizó.
-¿Cómo se le ocurrió la idea?
-El 10 de julio de 1945 hubo un eclipse solar. Varias personas que lo contemplaron indebidamente en Sevilla  acudieron a su consulta con problemas oculares. Esto le estimuló a estudiar el tema durante algunos años. Y en la primavera de 1949 practicó la primera fotocoagulación en un ojo humano.

-¿Habla usted mientras opera?
-Poco. La cirugía oftalmológica exige mucha atención ya que es la más difícil de la cirugía humana. Se opera sobre un centímetro cuadrado. A mis alumnos les inculco lo peligroso que puede ser equivocarse en ese centímetro cuadrado.
-¿Y a usted qué le inculcaron?
-El maestro  Arruga más de una vez  me dijo: “Nosotros los médicos no podemos tener horas de paciencia y horas de impaciencia. Nuestro reloj es el de Job”.
-¿Fue feliz este cirujano mundialmente famoso?
.-A José Plá le confió: “No soy un hombre libre. Mi trabajo es terriblemente doloroso. Si ve usted a Hermes, ese legendario pescador de Aigua Gélida (Gerona),  dígale que se mantenga pobre, libre y solitario”.
-¿Es usted hijo de médico?
-Mi padre era farmacéutico y murió cuando yo tenía diez años.
-¿Lo mejor que les dejó?
-A los siete hermanos nos dejó a una madre, que fue una de esas viudas fabulosas que produce España. Se sacrificó por nosotros. Se vino de Carmona a Sevilla para darnos estudios universitarios.
-¿Recuerda el color de sus ojos?
-Eran como pardos, pero claros.