“¿Ha sacado los ojos a alguien?” pregunté al
doctor Antonio Piñero Carrión cuando era catedrático de Oftalmología de
la Facultad de Medicina de Sevilla.
-A muchos que los donaron en
vida. Y en más de una ocasión he dicho a familiares de una persona
recién fallecida “tengo hospitalizado a un niño que no ve. Si quieren,
pueden darle luz a sus ojos.”
-¿Testigo de alguna experiencia pionera?
-Yo
subí con el doctor Morón a la azotea de su casa, en San Eloy 28, y
presencié cómo con la luz del sol estuvo provocando quemaduras en la
retina de un conejo a través de una lupa. Fue la primera persona en el
mundo que lo realizó.
-¿Cómo se le ocurrió la idea?
-El 10 de
julio de 1945 hubo un eclipse solar. Varias personas que lo
contemplaron indebidamente en Sevilla acudieron a su consulta con
problemas oculares. Esto le estimuló a estudiar el tema durante algunos
años. Y en la primavera de 1949 practicó la primera fotocoagulación en
un ojo humano.
-¿Habla usted mientras opera?
-Poco. La cirugía
oftalmológica exige mucha atención ya que es la más difícil de la
cirugía humana. Se opera sobre un centímetro cuadrado. A mis alumnos
les inculco lo peligroso que puede ser equivocarse en ese centímetro
cuadrado.
-¿Y a usted qué le inculcaron?
-El maestro Arruga más
de una vez me dijo: “Nosotros los médicos no podemos tener horas de
paciencia y horas de impaciencia. Nuestro reloj es el de Job”.
-¿Fue feliz este cirujano mundialmente famoso?
.-A
José Plá le confió: “No soy un hombre libre. Mi trabajo es
terriblemente doloroso. Si ve usted a Hermes, ese legendario pescador
de Aigua Gélida (Gerona), dígale que se mantenga pobre, libre y
solitario”.
-¿Es usted hijo de médico?
-Mi padre era farmacéutico y murió cuando yo tenía diez años.
-¿Lo mejor que les dejó?
-A
los siete hermanos nos dejó a una madre, que fue una de esas viudas
fabulosas que produce España. Se sacrificó por nosotros. Se vino de
Carmona a Sevilla para darnos estudios universitarios.
-¿Recuerda el color de sus ojos?
-Eran como pardos, pero claros.