jueves, 15 de marzo de 2012

Tomar copas con Grimau

Julián Grimau
¡Cualquiera se lo comentaba al doctor Cristóbal Martínez Bordiú, marqués de Villaverde!. Me lo puso en suerte el recordado doctor Italo Cortella durante un congreso de la Sociedad Española de Cardiología en Sevilla. Pensábamos hablar de toros y de otros detalles con él, porque la agencia de noticias Colpisa había difundido que Domingo Dominguín, hermano de Luis Miguel, y Grimau, del Partido Comunista, coincidieron en una ocasión con el doctor Martinez Bordiú y estuvieron los tres tomando copas.
Franco ya había fallecido cuando se celebró el congreso y no era cuestión de dar el pésame al yerno, que se cerró en bandas. No lejos de nuestro grupo  se encontraba un cirujano cardiovascular: el doctor Ramiro Rivera. El fue uno de los cuatro médicos que asistieron  a Franco, con ocasión de la trombloflebitis que padeció en el verano del 74. El Jefe del Estado, en señal de agradecimiento, le envió una foto suya dedicada y el Gobierno le concedió la Gran Cruz del Mérito Civil, condecoración que él rechazó. Otro de los asistentes al congreso que me presentó don Italo Cortella fue el doctor Pérez Pulido, del Hospital General de Santa Cruz de Tenerife. Era jefe clínico del Servicio de Cardiología.

-¿Se ha auscultado el corazón?, le pregunté.
-Naturalmente que sí
-¿Por curiosidad?
-Sí. Y, a veces, para probar un fonendo.
-¿Cómo le funciona?
-Por ahora bien, si no me engaño a mi mismo. La profesión de médico es una en la que existe mayor índice de infartos de miocardio.
El doctor  Pérez Pulido era admirador de Manuel Fraga, circunstancia que aconsejaba no hablar con él sobre Grimau, Domingo Dominguin y el marques de Villaverde. Cuando un tribunal militar condenó a muerte a Grimau, Fraga era ministro de Información y Turismo. El se encargó de propagar internacionalmente que la sentencia era justa. Hasta el papa Juan XXIII y el dirigente de la Unión Soviética Nikita Khuschov  pidieron clemencia.
Ejecutaron la pena unos inexpertos soldados de reemplazo que dispararon  27 balas. Tuvo que intervenir un teniente para rematar la faena, con dos tiros en la cabeza.
¡Qué razón tenía el doctor Pérez Pulido! El falleció de una insuficiencia coronaria,  a los 51 años.