viernes, 2 de marzo de 2012

Ten cuidado, visitante


El futuro presidente de la Junta de Andalucía tenía quince años cuando bebió su primer tinto en público. Con casera y con unos jornaleros que le contaron  los problemas laborales que padecían. No se le subió el vino a la cabeza. Se le subió la sinceridad  con la que le hablaron estos trabajadores, a pesar de que en aquella época  la España oficial no era representación auténtica de la España real. Sólo se sabía de oídas lo que era la libertad. La conversación tuvo lugar en un bar de Olvera, provincia de Cádiz,  sin confidentes a la vista... 
El muchacho de Olvera, que se considera muy sevillano,  se licenció en Derecho en la Universidad hispalense y gozó de estima  en determinados círculos políticos.  Fue Jefe del Gabinete Técnico de la Dirección General de la Juventud, con Manuel Clavero cuando era ministro de Cultura. Adolfo Suárez le nombró presidente de las Juventudes Centristas. Y cuando el profesor Oscar Alzaga presidía el Partido Demócrata Popular nunca llamaba Javier a Arenas sino líder y siempre le presentaba a la gente como su heredero político.
Con veinticinco años fue elegido concejal y después teniente de alcalde y portavoz  adjunto del Grupo Popular del Ayuntamiento de Sevilla. Por ser  el concejal más joven llevó con honor el pendón de San Fernando y el pendón de la ciudad.  Para no tener dos sueldos pidió la excedencia en el ministerio de Cultura del que era funcionario. Creía que nadie viene a la política para hacerse rico. 
En aquel tiempo  su estado emocional correspondía a una persona introvertida que lucha por no aparecerlo ni serlo. Se consideraba un hombre de acción, independiente y dispuesto a utilizar honestamente el poder.  Era muy sentimental. Consideraba que esto a nivel personal era una virtud, pero en política, un enorme defecto. Le costaba trabajo ser sincero con el adversario y al mismo tiempo sentía que lo peor que se puede hacer con la verdad es tenerla cautiva. 
Pensaba que  los socialistas de última hora eran muy arrogantes. Para él era señal de buena salud política que los que votaran  en las elecciones generales   a un determinado partido votasen  a otro en las municipales. Mal andamos ahora.
Cuando Javier Arenas vaya al palacio de San Telmo, alguien le debería susurrar: Ten  cuidado,  visitante, casi todos los que  llegan a la presidencia de la Junta de Andalucía se van quedando… con la gente.