“Ya está aquí el rey” exclamaba Manolo
Barrios cuando veía entrar a su padre vestido con el uniforme de gala
de capitán de corbeta. Fue un niño solitario, porque sus cuatro
hermanos eran mucho más mayores. Y un niño muy endeble. Tanto que su
madre para que tomara café, que era lo único que le gustaba, le echaba
a escondidas una yema batida y le daba un real. En aquellos años no
disparaba con escopetas de juguete. Prefería inventar historias
extrañas: si se subía en un sofá, iba como en una galera. Su familia
era de derechas. De la derecha que no tenía privilegios que defender.
Manolo Barrios dejó de ser solitario en el Instituto San Isidoro de
Sevilla. Aquí descubrió la amistad, el mundo de las diabluras y el de
las inquietudes sociales.
Siendo alumno, consiguió que todos los
compañeros faltaran un día a clase en protesta por unas tasas de
permanencia que les hacían pagar. Era el año 1941. No hubo represalias
ni constancia de que suprimieran las tasas. Terminados los estudios
comenzó a trabajar, como redactor, en Radio Nacional. En esta emisora
vivió momentos de risa y de relativo miedo. Un compañero suyo comunicó
a los oyentes que Carmencita Franco había recorrido el ferial, siendo
agasajada en la caseta municipal. Segundos después se oyó una sevillana
de Estrellita Castro que empezaba así: “Me han dicho que a la hija de
don Paco le ha dado por el tabaco…” En aquella misma Feria de Abril,
con Franco en Sevilla, en el diario hablado de las dos de la tarde, el
locutor de turno dijo: “A la hora de cerrar este informativo, su
excelencia el Jefe del Estado se ha retirado a las habitaciones del
Alcázar para descansar.” A continuación, se dio lectura a la cartera
de espectáculos de los cines de Sevilla por riguroso orden alfabético:
En el Alcázar, “Mi menda”, por Maurice Chevalier.
De Radio
Nacional pasó a Radio Sevilla, donde desempeñó la jefatura de
redacción. En esta emisora de la Cadena SER dijo muy seriamente a uno
de sus miembros: “O guardas eso en el bolsillo mientras estés aquí o
rompo definitivamente contigo”. Era un llavero con la cruz gamada.
Siento
la muerte de Barrios. Me enteré lejos de Sevilla por el pintor José
María Fran. También la siento por Antonio Gala. El le confesó: ”Manolo,
cuando vaya a morirme, me gustaría estar rodeado de gente como tú”.