jueves, 23 de febrero de 2012

Libertad económica


Era el único estudiante universitario que había en el  consejo de redacción de la revista “Cuadernos para el Diálogo”. Trabajaba como amateur  desde que Joaquín  Ruiz Gimenez la fundó. Escribía editoriales y, de vez en cuando, su viejo amigo Pedro Altares le daba un original largo para que lo acortase. Oscar Alzaga tenía entonces veintiún años. Lo vi mucho después,  cuando estaba  a punto de abandonar el desasosiego de la política.  Era catedrático de Derecho Político.  Pensaba que el Derecho bien entendido es la ciencia de organizar la convivencia.
-¿Qué necesita la vida pública?
-Debate. Está sobrada  de improperios. Entre  todos debemos sustraer lo que hay de crispación, lo que hay de injurias y, en ocasiones,  lo que hay incluso de calumnias.
-¿Cómo? 
-Una de las vías que está al alcance de todos es no contestar a los excesos verbales del adversario.
-¿De qué modo opera el dinero en la libertad de las personas?
-Quien vive de su trabajo tiene más libertad que quien ha reunido una gran fortuna. Esta opera  como ancla. 
Oscar Alzaga se acuerda del conde de Romanones, que tenía una gran fortuna. El conde fue a despedir en la Estación del Norte al ex presidente de Gobierno  Sánchez Guerra, que vivía de su trabajo. Cuando éste se subió al ferrocarril que le llevaría a su exilio en  Paris,  le dijo: “¡Quién tuviera su libertad económica para en este momento poderse exilar!”.      
-¿Cuántos Oscar hay en su familia? 
-Yo soy el primero y el único, porque tengo tres hijas.
-¡Que poco  sale su segundo apellido en los periódicos!
-Villaamil es un apellido asturiano. Mi abuelo materno era  de Castropol, un pequeño pueblo de la provincia de Oviedo.
-¿Político?
-Fue juez. Y después abandonó la judicatura para ejercer la abogacía. 
-¿Le imitó su padre?
-No. Mi padre era ingeniero por una Universidad de  Italia.
-¿Cuál fue el momento de sus grandes opciones?
-Mi etapa universitaria. Es cuando se dan pasos que se convierten, con frecuencia,  en irreversibles en una vida. Fue una etapa de rebeldía contra la España que no nos gustaba y que queríamos mejorar. Como no podíamos caminar por la carretera, transitábamos por la cuneta. Y aprovechábamos entierros, banquetes y todas las ocasiones para celebrar reuniones políticas.
-¿Muchos o pocos?
-Lo hacíamos una minoría en una situación difícil y con la enorme fe de que nuestras ideas eran capaces de mover otras voluntades a base de esperanza y de coraje.
-¿Le queda algo de esto?
-Aquella esperanza es la misma con que la que hoy actúo y aquel coraje es el mismo que hoy me mueve.