viernes, 23 de septiembre de 2011

Funcionarios de prisiones.

Guardaba del verdugo un recuerdo muy desagradable, porque al oírse, ya de madrugada, un avión bastante cerca de la cárcel, el verdugo creyó que traían el indulto y empezó a echar maldiciones ya que pensaba que se iba a quedar sin cobrar por falta de ejecuciones. Se encontraba a su lado  Cayetano Súnico, funcionario en la prisión de Sevilla, cuando ésta se encontraba en el número 1 de la calle Mariano Benlliure. Llevaba más de cuarenta años trabajando en la prisión. Su padre fue director de la cárcel  Carmona y allí conoció  a un preso excepcional: Julián Besteiro.
El de las maldiciones era verdugo titular de la Audiencia Territorial de Sevilla. Se llamaba Bernardo Sánchez Bascuñana, natural de Carrión de los Céspedes. Ya había ejecutado a diecisiete reos. Se estrenó el año 1949, en Huelva,  con una mujer que era prima suya.

Me contó Cayetano Súnico que cada uno de los tres reos estaba en un departamento. Les acompañaban señores de la Santa Caridad, y un fraile estupendo,  el padre Hermenegildo de Antequera. Cada condenado tenía a su disposición café, bollos de leche y tabaco. No sabe Cayetano si, antes de ser ejecutados, comieron con apetito, porque los funcionarios estaban  pendientes de evitar que se autoinmolaran, se lesionaran o de que se sobrepasasen los acompañantes.
Aquel día hacía frío hasta en el alma. Luís Girol, compañero de Cayetano, se desprendió de su capote para que se abrigara uno de los reos.
Estaba amaneciendo cuando Cayetano Súnico llevó a uno de los condenados al patio de la cárcel donde iba a ser ejecutado. Recordaba el funcionario que el reo marchó  al patíbulo muy entero. El  no quiso ver su último estertor. Se metió  en los lavaderos, porque no era dueño de su  estabilidad. Los dos mil presos que había en la prisión guardaban silencio
-¿El trabajar entre rejas puede hacer enfermar?
 -Yo me siento mermado de salud. Tengo como una falta de motivación para vivir por los duros años pasados  en la prisión.
─¿Se siente con mala conciencia?
─Gracias a Dios, no. Pero he sufrido muchas circunstancias que iban en contra de lo que yo consideraba que debería ser.