Tenía nueve años cuando vio desde lo alto de un olivo cómo fusilaron a un hombre en el cementerio de Baza (Granada) Le impresionó que antes de morir ofreció la chaqueta de cuero que llevaba puesta a uno de los que le iban a matar “¡Cómo daba botes en el suelo después que le dispararon!” comentó José Hormigo con los tres amigos que habían presenciado lo mismo que él. Cuando los chavales fueron descubiertos por los Guardias de Asalto los montaron en un camión y los sentaron en un ataúd vacío. “Yo iba en cuclillas, comentó José Hormigo, porque no quería tocar la caja, pero cada vez que el camión cogía un bache parecía que el ataúd me mordía el culo.”
