lunes, 7 de noviembre de 2016

Viajó hacia el final

Pascual Berniz se fue para no volver. Percibía la existencia como un enigma que encierra una sola certeza: el viaje hacia un final que a todos los seres nos unifica.  
Tenía 66 años. Por su persona y por las obras de arte que ha dejado merece ser recordado. Suya es la escultura de acero que dedicó a “Los amantes de Teruel” en “La Ciudad del Amor”. Quince metros de alta. 
Un día en Córdoba, en el Encuentro Internacional de Acuarelistas, durante la cena, me contó cómo convive con el frío que hace en Teruel: ”En invierno tengo la sensación de que se ralentiza el tiempo y que  la noche se dilata empujándome a la soledad”.  Él ha aprovechado sus horas cultivando pintura, grabado e ilustración. Sus acuarelas le ayudan a entenderse. 
-¿Qué pintas ahora? le pegunté. “Primeros planos de rostros, porque son como textos que todos tendemos a leerlos. El rostro nos representa y actuamos como si todo lo que somos estuviese condensado en nuestra cara”. 
-¿A qué te invita el hecho de pensar en la nada? “A pintar, jugando con todos los colores para reflejar mi sed de vida”.