Mientras Charo Reina distribuía por su cara una crema hidratante ante el espejo de su camerino, dijo que ella se deja leer las manos. En ellas estaba escrita la muerte de su hija, el nacimiento de su hijo y el que su matrimonio no llegaría a buen término. Después se rasgó más los ojos a base de sombras. Sueña lo que va a ocurrir. Sueña muertes. Nunca las cuenta antes de que sucedan.
Soñó que estaba en el ensayo general de la comedia “Un drama en el quinto piso” y le comunicaron la muerte de su compañero y gran amigo Pepe Da Rosa. Y ocurrió. En sueños contempló un Madrid vacío y vio un coche de caballos con el féretro de Enrique Tierno Galván. El sueño lo tuvo una semana antes de que falleciera el que fue alcalde de Madrid. La primera vez que usó el amarillo en escena, sufrió una caída. Y la segunda, se quedó sin voz.
-¿Qué va a hacer con esa pastilla?, le pregunté.
-Tomármela, porque me duele la cabeza.
-¿Se ha fijado bien en la píldora?
-¡Por Dios! ¡Es amarilla!
