Un joven Felipe González aparcó su coche cerca del Ayuntamiento de
Puebla del Río, porque el alcalde era socialista y gran amigo suyo.
Entró la casa consistorial. Hablaron los dos y al salir, el visitante
vio algo que no esperaba y se lo dijo al alcalde:
-Oye, tengo mi coche mal aparcado. Lo hice de un modo inconsciente.
-Pues te multo inmediatamente.
-Haces bien, porque los socialistas debemos dar ejemplo entre nosotros.
Hay
gente -dice el poeta- que con solo abrir la boca llega a los límites
del alma, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas y se queda
después como si nada.
Esto es aplicable a aquel Felipe González que
aparcó mal su coche en un pueblo de Sevilla. Ahora ha colisionado con
más de uno al manifestar a El País que es un error excluir a todos los
imputados de las listas electorales.