martes, 27 de octubre de 2015

Desayuno en la Casa Rosada

Fue un señor a confesarse: Padre me acuso de que soy catalán. Hijo mío eso no es ningún pecado, eso es una putada, contestó el confesor.
Esta ocurrencia la contó Perón en la Casa Rosada a un grupo de españoles que le visitó. Desayunó con ellos a las siete de la mañana. Los visitantes eran Juan Fernández, García Díaz, Nicolás Salas, Manuel Otero, Miguel Sánchez Montes de Oca y el embajador de España en Argentina, que era catalán y que estuvo a punto de atragantarse al oír la confesión. 
María Estela, la vicepresidenta del gobierno, que también desayunaba con ellos, echó un capote a Perón. "Mi marido se levanta a las cinco de la mañana. Y a esa hora lo mismo incordia a un ministro que llama al alcalde de Buenos Aires para echarle en cara que había, en una determinada plaza, una fuente sucia". 
Pasó la hora de los catalanes y llegó la de los sevillanos. Perón, que no tenía enmienda, preguntó a sus invitados: ¿Siguen sentados esos señores del casino de la calle Sierpes haciendo de extras de cine? (Se refería a la sede del Circulo Mercantil) 
Miguel Sánchez Montes de Oca volvió a Buenos Aires, en esta ocasión con Guadalupe Ruiz Giménez. En Argentina mandaba entonces la Junta Militar. Los dos se entrevistaron con el ministro del Interior, un general famoso por sus represalias, para ocuparse del tema de lo desaparecidos. ¿Por qué me preguntan por eso cuando todos los prostíbulos del mundo están llenos de argentinas?