miércoles, 29 de abril de 2015

La monja fantasma

Hacia 1734 ó 1738, se tiene constancia histórica de la existencia de una monja de la orden, llamada Sor Úrsula, que destacaba por su carácter inflexible y especial dureza con los pacientes.
La monja, que falleció víctima de una enfermedad contraída en el propio hospital a mediados de ese mismo siglo (su muerte está documentada) no fue precisamente llorada por los enfermos ni por el resto de personal del hospital. Tras su muerte, comenzó a manifestarse el fantasma; una monja que recorre el hospital vestida con un hábito antiguo y con un manojo de llaves en la cintura, y a partir de ahí, comienza la leyenda. La vestimenta de las hermanas de la Caridad en el siglo XVIII coincide punto por punto con lo manifestado por los testigos que han visto al fantasma, tanto en tiempos pasados como en la época contemporánea.
Los lugares preferidos por el fantasma para vagar son los que en tiempos pasados eran las estancias de los enfermos. Particularmente le gustan la antigua sacristía que había únicamente para las monjas, la escalera del coro, los largos pasillos de las pisos superiores, el llamado patio 3, la sala de enfermos, donde se detiene a revisar las ropas de cama de alguno que… curiosamente fallece dentro de las 24 horas siguientes y la sala de despachos, aunque no desprecia pasear por el resto del edificio.
Muy de mañana se dirigió al Hospital de las Cinco Llagas, donde días antes le habían realizado una radiografía de tórax porque al toser había expulsado una mínima cantidad de sangre.
-Estás tuberculoso, le dijo el médico. Tienes hasta cavernas en los pulmones.
El paciente, Manuel Silva Díaz, tenía 22 años. Ahora, 86. Nació en el barrio de San Bernardo. Su primer trabajo fue el de delineante en el Ministerio del Aire. El último, en el Instituto de Reforma Agraria de la Junta. Pinta desde que en la década de los 40 vio una exposición de acuarelas de un italiano en el Ateneo, en la calle Tetuan. Entre sus grandes amigos, ya desaparecidos, figuran el periodista de ABC José Antonio Blazquez  al que consideraba un maravilloso dibujante y las hijas de otro periodista del mismo diario. Es padre de tres hijos. 
El doctor preguntó al jóven si se había relacionado con alguna persona que padeciese esta enfermedad contagiosa. Le respondió que había hablado en tres ocasiones con una muchacha que había fallecido de tuberculosis. Uno de los dos dijo ¡qué mala espina!
El enfermó se marchó a su casa y se acostó.pensando en lo peor.
Lo mejor vino cuando otro médico le reconoció y le aconsejó que fuese al Hospital de las Cinco Llagas y dijese a su colega que de tuberculosis, ¡nada! Así lo hizo y la tranquilidad le entró en el cuerpo cuando oyó decir al facultativo.
-Mil perdones, hijo. Ha habido una lamentable confusión. Hay otro enfermo que se llama como tú y su expediente es el que me ha equivocado.
(Según la leyenda, una monja que murió en el siglo XVIII siguió viviendo en el Hospital de las Cinco Llagas. Quizá fuese la causante del error)