José Manuel Lara Hernández deseaba
que pusieran en su lápida funeraria que fue un hombre que, después de
recorrer todo el mundo, ha querido terminar en El Pedroso, su pueblo.
Este editor, que leía poco, apreciaba a sus escritores. Los que
estaban más cerca de su corazón y de su cartera eran Gironella, que
había vendido más de cuatro millones de ejemplares de "Los cipreses
creen en Dios", Torcuato Luca de Tena, con "La edad prohibida" y Miguel
Delibes, con "Los santos inocentes".
En vida recibió honores que agradeció, aunque algunos no le hicieran gracia. Él sí la tenía. Cuando le nombraron “Caballero del vino” confesó que él sólo bebía agua mineral y cuando se tiraba al vicio, se bebía una "Coca-Cola". Otro galardón: La emisora decana de nuestra ciudad le nombró "Embajador de Sevilla". Me contó que él hubiera preferido el nombramiento de centurión o “armao” porque, a veces, el cariño mata, ya que las embajadas siempre están lejos del lugar al que se quiere. Sufrió depresiones. Falleció a los 88 años. Con 68 murió su hijo, que vivió con entereza hasta con el cáncer de páncreas.
En vida recibió honores que agradeció, aunque algunos no le hicieran gracia. Él sí la tenía. Cuando le nombraron “Caballero del vino” confesó que él sólo bebía agua mineral y cuando se tiraba al vicio, se bebía una "Coca-Cola". Otro galardón: La emisora decana de nuestra ciudad le nombró "Embajador de Sevilla". Me contó que él hubiera preferido el nombramiento de centurión o “armao” porque, a veces, el cariño mata, ya que las embajadas siempre están lejos del lugar al que se quiere. Sufrió depresiones. Falleció a los 88 años. Con 68 murió su hijo, que vivió con entereza hasta con el cáncer de páncreas.