martes, 3 de febrero de 2015

Así era el padre de Lara Bosch


José Manuel Lara Hernández deseaba que pusieran en su lápida funeraria que fue un hombre que, después de recorrer todo el mundo, ha querido terminar en El Pedroso, su pueblo. Este editor, que leía poco,  apreciaba a sus escritores. Los que estaban más cerca de su corazón y de su cartera eran Gironella, que había vendido más de cuatro millones de ejemplares de "Los cipreses creen en Dios", Torcuato Luca de Tena, con "La edad prohibida" y Miguel Delibes, con "Los santos inocentes".
En vida recibió honores que agradeció, aunque algunos no le hicieran gracia. Él sí la tenía. Cuando le nombraron “Caballero del vino” confesó que él sólo bebía agua mineral y cuando se tiraba al vicio, se bebía una "Coca-Cola". Otro galardón: La emisora decana de nuestra ciudad le nombró  "Embajador de Sevilla". Me contó que él hubiera preferido el nombramiento de centurión o “armao” porque, a veces, el cariño mata, ya que las embajadas siempre están lejos del lugar al que se quiere. Sufrió depresiones. Falleció a los 88 años. Con 68 murió su hijo, que vivió con entereza hasta con el cáncer de páncreas.