viernes, 30 de enero de 2015

A Juan Teba se le apreciaba como periodista y como persona

“Cuando llegue mi hora que me encuentre vivo” deseaba Manuel Alcántara, el actual decano de los columnistas españoles. Metáfora para un final digno. Cuando la muerte encontró vivo a José Saramago, Manuel Alcántara se lamentaba de que por su culpa había dilatado el encuentro con Saramago, urdido por su amigo Juan Teba. Y añadía con tristeza “ya no será posible estar con el gran escritor que jamás pudo acostumbrarse a la injusticia.”
Juan Teba sí gozó de la compañía de Saramago. Asistió a la entrega de los Premios Nobel de 1998 en Suecia. Se emocionó cuando leyó las palabras que aquel día llevaba bordadas en el vestido Pilar del Río, esposa del galardonado: “Miraré a tu sombra si no quisieras que te mire. Quiero estar donde estará mi sombra, si allí estuvieran tus ojos. " Era una frase que aparece en un libro del Nobel.
Juan Teba supo qué hacer con su vida. Amó a Encarna, su mujer y a sus dos hijas.
La mayor se llama Alejandra. Cuando pregunté a la madre a quién honraban con ese nombre, levantó el brazo en dirección a la antigua cárcel de Sevilla y dijo: “A un amigo que está allí”.La niña seguía dormida en sus brazos. En 1981 Juan publicó con éxito su primer libro: “La Sevilla de Rojas Marcos”. Once años antes comenzó a escribir en el Correo de Andalucía. Javierre le apreciaba. En más de una ocasión preguntaba si había llegado ya el sobre de Iberia. Se refería a las interesantes colaboraciones de Teba, quien entonces trabajaba en una oficina que la compañía aérea había instalado en el “Hotel Luz Sevilla”, el primer establecimiento donde ondeó la bandera andaluza con la insignia nacional y con el disgusto de algunos.