Julio Anguita es tímido. Da la mano cuando
se ve forzado a ello. Cuando en tiempo de elecciones le llevaban a un
mercadillo, entraba y salía rígido. Iba por disciplina. Su educación
fue muy espartana. Se acostumbró a dormir bien en el suelo. Cuando
llegaba mayo, el suelo era su cama. Le gustaba mucho bailar. Se sentía
atraído por los ritmos calientes. Su Dios era la explicación absoluta
de todo. Le "contestaba" a ese porqué que siempre le había atormentado.
Al abandonar sus creencias religiosas, que vivió intensamente y siempre
por libre, lo pasó mal durante años. En la clandestinidad se
desenvolvió con mucha suerte, porque la persona que pudo delatarlo no
habló. Las provincias andaluzas más difíciles de conquistar
políticamente eran para él Almería y Huelva, los dos puntos más
opuestos de la geografía. Podría ser presidente de la III República si
Pablo Iglesias le deja.