martes, 30 de septiembre de 2014

Un cura en la enfermería

Paquirri llegó a la plaza de toros de Pozoblanco a las seis menos cuarto. Se acercó a  saludarlo el capellán don Manuel Moreno. El torero le preguntó por la capilla. Los dos entraron en una sencilla habitación donde estuvieron diez minutos en silencio ante una imagen de la Virgen y ante el Cristo de las Injurias.
Y en el cuarto toro de la tarde Paquirri comenzó a morirse cuando  “Avispado”  lo enganchó. Ya en la enfermería  el torero impuso  un poco de serenidad a cuantos intentaban remediar el percance. Hasta allí se abrió paso el capellán de la plaza.   Paquirri lo reconoció. El cura le puso la mano en la nuca y le preguntó si le necesitaba para algo. “No, padre. Gracias.”
La noche anterior, a la una y media de la madrugada, el torero  llamó por teléfono, desde un hotel de Logroño,  al periodista Santy Arriazu, porque no podía dormir y quería hablar con un amigo. Charlaron de su inmediato viaje a Miami. Le acompañarían su cuñado Agustín Pantoja y  Manolo Gallardo. Este reportero gráfico estuvo con el torero y su mujer, durante  el viaje de novios,  en Roma y Venecia, donde  toda la obsesión del torero era tirarle de una góndola.
En la primavera de 1982, un periodista  de Hola fue enviado a Bogotá porque Paquirri había pactado una exclusiva con la revista. El viajero, que  llevaba en su cartera  un talón de 500.000 pesetas para el torero, era Santy Arriazu. Cuando se lo entregó, Paquirri, sin titubear, lo partió y dijo: “Yo no vendo la noticia de mi boda con Isabel. Ha sido una prueba que he puesto a Hola. Acordé con el hijo del dueño de la revista esa cantidad. Pero lo que hice fue un pacto de prueba.”. El periodista le respondió:”Yo me había sentido muy triste siendo portador de ese cheque, porque tenía otra idea de ti.”