jueves, 12 de junio de 2014

(II) Conversaciones sobre La Cuadra con Lilyane Drillón

La Cuadra con Quejío en el Festival Internacional de Teatro de
Caracas. Año 1973. En la foto de Miguel García  se ve a Angelines
Jimenez, Juan Romero, Lilyane Drillon, Pepe Suero
, Salvador Távora, Joaquín Campos y Miguel López.
Cuando pregunté a Lyliane por el erotismo en las obras de Salvador  se acordó de la reflexión que le hizo una amiga suya al salir de uno de los espectáculos:
-Me decía que le impresionó mucho ver la importancia de la proximidad de los participantes. Se tocaban, se apretaban, se oponían, se unían, y eso creaba un halo de erotismo aunque no se pretendiera.
-¿En sus comienzos tuvo el grupo las características  de una comuna?
-Jamás. Todos eramos muy diferentes, y muy celosos de nuestras individualidades. Sólo participabámos juntos en el espectáculo, cuya creación fue enteramente de Salvador y no fue creación colectiva, termino que era muy de moda en aquella epoca de los setenta. Economicamente La Cuadra era una cooperativa, ya que se repartía equitativamente las ganancias, aunque las responsabilidades las asumía Salvador

-¿Es la historia de La Cuadra la historia de una ilusión?
-No es la historia de una ilusión. Parte de una necesidad vital. Salvador siempre tuvo un sentido muy agudo de la realidad: la de una Andalucía de pandereta manipulada como imágen folklórica, tapando los graves problemas económicos, sociales de una tierra colonizada y abocada a la miseria. Y sentía la necesidad de gritar que esto era mentira, que detrás del abanico había una situación angusiosa, una riqueza cultural trahicionada. Trataba de dar voz y forma a la crónica oscura de un pueblo que se rebelaba contra sus opresores.
-¿Habéis  echado mano de la política por conveniencia?
-Nunca. Incluso en momentos muy importantes. Nunca hemos recurrido a noticias destacadas. Al contrario a veces seguíamos a contracorriente. Recuerdo que, al presentar HERRAMIENTAS en el Festival de Nancy en 1977, un critico subrayaba que, a pesar de la muerte de Franco y del cambio político de la “transición”, el espectáculo no era triunfalista, sino más bien seguía diciendo: asi estamos desde tanto tiempo, no se arreglan los problemas de siglos en dos años. Hay que seguir atentos. Y nunca hemos cortejado al político de turno.
-“Cabalgando molinos de viento” va a ser el testamento artístico de Salvador Távora?
-Qué palabra más “definitiva”, sugiere que todo ha terminado. Todavía Salvador rebosa de ideas de espectáculos. Pero este proyecto de “Cabalgando Molinos de Viento” en concreto, sí, será la culminación de un ciclo, la síntesis de un lenguaje iniciado hace más de cuarenta años y sobre el cual todavía hay mucho que investigar. Su futura labor puede que no se limite a espectáculos con La Cuadra, y que sea una colaboración con otras personas.