Pinta, casi a ciegas, paisajes a la acuarela desde el 2000. Aquel año
José Miguel González, que no había cumplido aún los cuarenta, acudió a
la consulta del último oftalmólogo que estudió la enfermedad de sus
ojos. No esperaba lo que oyó decir al oculista: “Busque otro medio de
ganarse la vida, porque lo que usted tiene es una ceguera legal (0,1 de
visión). No va a poder leer, ni conducir, y ver la televisión le va a
resultar dificultoso. Padece una degeneración macular. Va a terminar
prácticamente ciego”.
-¿Cómo reaccionó usted?
-Me eché a
llorar. Se derrumbó mi mundo, mis sueños e ilusiones. Intenté buscar
remedio pero sólo encontré frustración y desconsuelo. Tenía que
abandonar mi profesión. Yo trabajaba como fotógrafo de prensa en el
Heraldo de Soria.
-¿Recuerda alguno de sus éxitos periodísticos?
-Fotografié
al asesino de tres personas. La foto salió publicada en El País, La
Vanguardia, El Mundo… Había matado a su compinche, a un capitán de la
Guardia Civil y al hermano de un buen amigo y compañero de prensa, a
quien intentó robarle la moto para huir.
-¿Disfruta pintando?
-Mucho.
-¿Compran sus obras?
-Sí. He tenido mucha suerte.
-¿A cuánto?
-A seiscientos euros.
-¿Qué comentan los que le ven pintar?
-Que me tengo que acercar tanto al papel que casi lo toco con la nariz.
-¿Dicen la verdad?
-Sí.
Lo cierto es que yo no veo la punta del pincel. Un día mi mujer me dejó
en un camino para pintar. Cuando después me vino a buscar, miró el
cuadro y observó que yo había pintado un árbol cuando lo que tenía
delante era un poste de telégrafos.
-¿Sueña que ve?
-Sí,
sueño que veo, y sueño que veo en color y perfectamente. Hasta ahora, en
ninguno de mis sueños aparezco como un discapacitado visual.
-¿Qué colecciona?
-Voces.
Como me cuesta mucho ver y distinguir a las personas por su cara, he
ido adquiriendo el hábito de ir grabando en mi memoria, sin darme
cuenta, las voces de las personas. Escucharlas y al momento reconocerlas
es otra forma de verlas, aunque haya pasado mucho tiempo desde que no
me encontrara con ellas.
José Miguel ha expuesto sus acuarelas en Soria, Gijón, Burgos, Cádiz, Albacete, Montevideo y en una cafetería de Nueva York.
-¿El que observa sus cuadros puede sospechar que están pintadas por un hombre casi ciego?
-No,
y mi principal objetivo es que no lo sepa. Quiero que se vea mi obra y
se aprecie como lo que es, buena o mala, que guste o no guste.
-¿Ve con buenos ojos el porvenir de su hijo?
-Sí. Afortunadamente mi problema visual no es hereditario. Lástima que a él no le guste pintar, de momento.
-¿Cómo pintaría a su esposa un día soleado?
-Nunca
lo he intentado, no me atrae el retrato ni la figura. Posiblemente si
la retratara como yo la veo me pediría el divorcio...