Que sea breve la
conversación, me advirtió el cardenal don Ángel Suquía. Había llegado a
Sevilla en el avión de las 8,15 de la noche. ¿Cómo fue de joven un
vasco que, con el tiempo, llegó a cardenal? He sido un chaval corriente
y moliente. Practiqué el ciclismo, la natación y el boxeo. He hecho de
todo. Ayudaba a mi padre, en un pequeño Chevrolet, a transportar leche
desde Zaldivia a San Sebastián.
-¿Vive su madre?
-Sí. Ahora mismo acabo de hablar con ella. Va a cumplir 92 años.
-¿Qué le ha preguntado?
-Que si había hecho el viaje bien. Estaba muy preocupada.
-¿Y usted?
-Le pregunté si había cenado. Me dijo que sí y que se iba a acostar. Es una mujer que duerme muy bien.
El cardenal jugaba con la llave de la habitación que le habían asignado en el Hotel Inglaterra: la 513. Me contó que su madre había tenido 16 hijos y que vivían 13. Él no sabía que los organizadores de su viaje a Sevilla habían solicitado para él la sala de autoridades del aeropuerto. Un responsable del mismo les contestó:
-Se la concederemos siempre que en el avión no venga un ministro, porque en este caso tiene prioridad la autoridad civil.
-¿Vive su madre?
-Sí. Ahora mismo acabo de hablar con ella. Va a cumplir 92 años.
-¿Qué le ha preguntado?
-Que si había hecho el viaje bien. Estaba muy preocupada.
-¿Y usted?
-Le pregunté si había cenado. Me dijo que sí y que se iba a acostar. Es una mujer que duerme muy bien.
El cardenal jugaba con la llave de la habitación que le habían asignado en el Hotel Inglaterra: la 513. Me contó que su madre había tenido 16 hijos y que vivían 13. Él no sabía que los organizadores de su viaje a Sevilla habían solicitado para él la sala de autoridades del aeropuerto. Un responsable del mismo les contestó:
-Se la concederemos siempre que en el avión no venga un ministro, porque en este caso tiene prioridad la autoridad civil.