domingo, 9 de marzo de 2014

Cuando el periódico era una gran familia (y 3)

Rafael González fue despedido de El Correo a mediados de diciembre de 1969. Había permanecido en el cargo año y medio. No se supieron las razones  de su cese como director. O fue por la publicación de la entrevista al ex catedrático de la Universidad de Sevilla Agustín García Calvo o por difundir un escrito  de campesinos de Fuentes de Andalucía dirigido al ministro de Agricultura. En él pedían que el dueño de una determinada finca destinase una parte de la misma a cultivos agrícolas para aliviar el paro y la emigración. El dueño de la finca se llamaba Iñigo de Arteaga. Era duque del Infantado y teniente general del Ejército.
Sucedió a Rafael González, tras un periodo de interinidad de José María Requena, el sacerdote José Maria Javierre, excelente periodista y biógrafo del fundador del periódico, don Marcelo Spínola. A los pocos días de su nombramiento, el entonces capitán general de la II Región Militar, Manuel Chamorro Martínez, ordenó que se dieran de baja como suscriptores de El Correo todas las instituciones bajo su mando. 
Javierre consiguió, con once redactores y cinco Auxiliares de Redacción, que a partir de mayo de 1970 se vendieran diariamente 15.000 ejemplares. José María, le pregunté, qué ocurriría si entrara Spínola en este momento en tu despacho.  “Seguro que me tendría un poco de compasión, porque él no podría imaginar que un periódico fuese una cosa tan complicada, con tantas citaciones judiciales y expedientes que llueven sobre mi mesa”.

A la izquierda de don José Montoto, con pajarita, está Rafael González. Se habían reunido a comer con personal de talleres. Echaron de menos al corrector más veterano, Pepe Rizzo, al que habían concedido un año antes la Medalla al Mérito en el Trabajo. Antonio Salud recuerda que durante la copa que siguió al acto de imposición  se acercó el gobernador civil al galardonado y le preguntó si estaba contento. Pepe Rizzo le contestó: “Le voy a decir la verdad: Con más dinero y menos medallas estaría más contento”.  Días después el condecorado recibió del Ministerio correspondiente una carta con un talón nada despreciable. 
La persona con más peso de la foto es el que desempeñó el cargo de consejero delegado de la empresa editora de El Correo durante unos años. Vino de Córdoba. Allí llevaba la corresponsalía del diario fundado por Spínola y colaboraba en la COPE. Cuando llegó a Sevilla comenzaron los despidos. José María Requena, ex director del periódico, comentó: Por ahora yo soy el último de los cien ajusticiados. Ya son demasiadas las familias que conocen esa escabechina que él califica de limpieza necesaria.
Requena se sintió obligado a hacer esta petición al entonces obispo auxiliar de Sevilla, monseñor Montero: “Por favor, un poco de agua bendita para el diario más endemoniado de España”.