viernes, 24 de enero de 2014

San Francisco de Sales, patrono de los periodistas

José Montoto. Fue presidente honorario perpetuo de la Asociación de la Prensa de Sevilla El tono de su periodismo, a veces combativo en asuntos doctrinales, fue siempre lírico y apacible. Simpatizaba más con conductas que con ideologías.
José María Requena. La muerte para él era una puerta que se te abre para una ilusión que no se ve. “Cuando vengas, Señor, avísame. Colillas de cigarros pensativos te pongo en la ventana de mis noches” decía uno de sus poemas.
Francisco Gil Delgado. “El venir un sacerdote solo a las tantas de la noche después de tener unas celebraciones pastorales con unos equipos de matrimonios, te supone siempre, socialmente, un azar. Cada uno de los que te vea puede pensar lo que quiera, pero en este sentido la sociedad va a mejor”.
Nina Salvatierra. “Si Emilio Romero, director y jefe de mi padre, le manifestaba su deseo de dar una conferencia en Sevilla, él se la organizaba; si quería ver el Alcázar fuera del horario de visita y acompañado de Romero Murube, mi padre hablaba con Romero Murube y éste le explicaba el Alcázar mejor que nadie... Pero jamás buscó una mujer para Emilio Romero, porque éste tenía su "buscamujeres" particular.
Ángel Gómez “Gelán”. “Los periodistas acudíamos a la Taberna el Cristo que estaba en la Alameda de Hércules, donde solían ir también policías que nos resultaban útiles cuando se producía un suceso importante en la ciudad”.
Manuel Ferrand. “El periodismo es ideal para conocer a esa gente que se enfada porque su foto ha salido pequeñita en el periódico o porque los adjetivos con los que la hemos obsequiado le parecen escasos, cuando en realidad se merecían la mitad de la mitad.”
Nicolás Salas. Tiene censados a muchos cómplices del silencio en Sevilla, incluido el de la Maestranza, donde se escuchan los silencios que no se dan en ninguna otra plaza del mundo. “La sociedad sevillana no es muy liberal que digamos”, comentaba.
José Antonio Garmendia. Empezaría una carta a Goya diciéndole: “Querido colega”. Creía que la conciencia era una señora afónica, porque su voz no la oye casi nadie. Seguro que sobre el solideo blanco del papa Francisco hubiera escrito: Cerrado por reforma.