miércoles, 15 de enero de 2014

Historia de un indulto denegado

Los abogados de los tres condenados a muerte viajaron a Madrid con el fin de ser recibidos por el Caudillo para que les perdonara la pena. Lo primero que hicieron al llegar fue comprar un ramo de flores a la esposa de Serrano Suñer, cuñado de Franco, con el fin de que les consiguiera la audiencia. Después se dirigieron al palacio de El Pardo. Los atendió Fuertes de Villavicencio, segundo jefe de la Casa Civil del Jefe del Estado, “Su Excelencia no puede recibirles porque está presidiendo el Consejo de Ministros”, les dijo. Ellos le manifestaron que también habían solicitado el indulto las cofradías de Sevilla, las monjas de clausura, las Ordenes Religiosas y muchísimas entidades. Y que se había pedido a Juan XXIII y al  cardenal de Sevilla que intercedieran ante el Caudillo. Fuertes de Villavicencio les anunció que él le transmitiría su petición y que Su Excelencia la estudiaría con el mayor cariño, prometiéndoles que recibirían por telegrama la contestación del Jefe del Estado a su petición de indulto.
La sentencia se cumplió cuando amanecía el día 4 de abril de 1956, en el número 1 de la calle Mariano Benlliure, en Sevilla, mientras 2.000 presos guardaban silencio en las celdas.
Se cuenta que el verdugo quebró con pericia, a la altura de la cuarta vértebra, el espinazo de cada uno de los tres condenados a garrote vil, produciéndoles la muerte por estrangulación y asfixia conjuntamente. Ellos, consumidores de hachís, habían asesinado a dos hermanas estanqueras en Sevilla.
El verdugo  ejerció su profesión en diecisiete ocasiones. Se estrenó en familia: ejecutó a una mujer que era prima suya.