miércoles, 30 de octubre de 2013

Nada de privilegios para unos y temores para otros

Al  profesor  Enrique Tierno Galván  le encomendaron que elaborase el breve preámbulo de la Constitución de 1978. En él  expresa la voluntad de la  Nación española de promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida. A principios de aquel mismo año encargaron al profesor una tarea también breve, pero  en esta ocasión tenía que ver con la constitución humana: entregar a Susana Estrada un  galardón que le había concedido el diario Pueblo como reconocimiento a la lucha  de la actriz por reivindicar la libertad escénica. Es decir  por poder desvestirse, empelotarse,  como Dios manda: sin miedo. Llegó el momento de la celebración y Susana acudió con la verdad desnuda e inocente de su seno derecho, expuesto a los rigores de aquel invierno de 1978, detalle que enseguida captó Tierno Galván al decirle: "No vaya usted a enfriarse".
Años antes de esta sorpresa, el profesor  pasó una tarde en Sevilla, vigilado a distancia por la Brigada Político Social. Tenía prisa.
 -¿Cómo se puede practicar en España lo de dar de comer al hambriento, beber al que tiene sed, vestir al desnudo…?
-Me pide que en medio minuto le exponga un programa político.
-Don Enrique, el  tiempo lo ha marcado usted.
-Me pide más: un programa moral.
(Después dijo que todo se reducía a abrir el camino a la democracia, a la posibilidad de que todos los españoles participen en las decisiones del poder. Y que nada de privilegios para unos y temores para otros).