Al profesor
Enrique Tierno Galván le encomendaron que elaborase el breve preámbulo
de la Constitución de 1978. En él expresa la voluntad de la Nación
española de promover el progreso de la cultura y de la economía para
asegurar a todos una digna calidad de vida. A principios de aquel mismo
año encargaron al profesor una tarea también breve, pero en esta
ocasión tenía que ver con la constitución humana: entregar a Susana
Estrada un galardón que le había concedido el diario Pueblo como
reconocimiento a la lucha de la actriz por reivindicar la libertad
escénica. Es decir por poder desvestirse, empelotarse, como Dios
manda: sin miedo. Llegó el momento de la celebración y Susana acudió
con la verdad desnuda e inocente de su seno derecho, expuesto a los
rigores de aquel invierno de 1978, detalle que enseguida captó Tierno
Galván al decirle: "No vaya usted a enfriarse".
Años antes de esta sorpresa, el profesor pasó una tarde en Sevilla, vigilado a distancia por la Brigada Político Social. Tenía prisa.
-¿Cómo se puede practicar en España lo de dar de comer al hambriento, beber al que tiene sed, vestir al desnudo…?
Años antes de esta sorpresa, el profesor pasó una tarde en Sevilla, vigilado a distancia por la Brigada Político Social. Tenía prisa.
-¿Cómo se puede practicar en España lo de dar de comer al hambriento, beber al que tiene sed, vestir al desnudo…?
-Me pide que en medio minuto le exponga un programa político.
-Don Enrique, el tiempo lo ha marcado usted.
-Me pide más: un programa moral.
(Después dijo que todo se reducía a abrir el camino a la democracia, a la posibilidad de que todos los españoles participen en las decisiones del poder. Y que nada de privilegios para unos y temores para otros).
-Don Enrique, el tiempo lo ha marcado usted.
-Me pide más: un programa moral.
(Después dijo que todo se reducía a abrir el camino a la democracia, a la posibilidad de que todos los españoles participen en las decisiones del poder. Y que nada de privilegios para unos y temores para otros).