lunes, 8 de julio de 2013

En otoño, examen

Maricruz Vargas miró la foto de un grupo de compañeros que hace más de medio siglo comenzamos a estudiar en la Facultad de Derecho de Sevilla. Recordaba los nombres de todos. Después de contemplarla expresó lo que sentía:
-La foto me hace pensar en el poema de Yeats: "Nadie puede devolver el esplendor a la hierba y la gloria a las flores, pero no debemos entristecernos porque su belleza permanece en el recuerdo"
Y añade:
-Igual que una amistad que iniciamos hace muchos años y que nos sigue uniendo.
En el grupo fotográfico hay catedráticos, jueces, notarios, abogados prestigiosos, etc. Dice ella que todos, o casi todos, han sido triunfadores en sus actividades.
-¿Qué no somos?
-No somos un grupo de "talentos", sino que tuvimos la suerte de disfrutar de un magnífico elenco de profesores que nos formaron con un gran sentido de la responsabilidad y nos inculcaron la satisfacción del trabajo bien hecho.
La complicidad que genera la amistad me lleva a preguntarle:
-¿Y las chicas del curso?
-Estarás de acuerdo en que fuimos un poco pioneras y avanzadas para lo que era la situación de la mujer en aquella época, pero la mayoría supo "conciliar" su vida profesional con su vida familiar, aunque para ello tuvimos que renunciar a muchas cosas.
-¿El más sensato de la promoción?
-No está en la foto.
-¿Quién?
-Nos dejó hace diez años. Me refiero a Pepe Hidalgo, persona entrañable, ingeniosa, y profundamente inteligente.
-Estamos en el otoño de la vida.
-Y todos tenemos nuestra vida y nuestras relaciones familiares que nos ocupan mucho tiempo, pero el hecho de vernos los compañeros en cualquier momento nos produce una gran alegría, pues sabemos "que, como dice San Agustín, en el otoño de la vida Dios nos examinará de amor".

(Nos reunimos en el Alfonso XIII. Polvos de talco y un cepillo para alguien que se manchó la corbata. Todos los comensales tienen la placidez de la conciencia limpia y buen apetito. Entre nosotros había dos que también fueron toreros. Uno, ex presidente de la Audiencia Territorial de Sevilla, tomó la alternativa siendo un joven juez. El otro, con sesenta años, toreó como si tuviera 25. Eran cerca de las seis de la tarde cuando nos despedimos, deseándonos que la próxima vez que nos veamos sigamos todos en el ruedo de la vida).