jueves, 16 de mayo de 2013

La verdad de un periodista en tiempos de mentiras

En los setenta dirigió un periódico en Sevilla. Se llama Federico Villagrán. Durante varios días las “Cartas al director” deberían haberse enviado a”Ranilla”, la antigua cárcel de la capital hispalense.
-¿Cómo se ha portado el azar contigo?
-A mí el azar me regaló la ocasión de ser, en contadas ocasiones, protagonista de cosas. Lo ocurrido está ahí. Todo, lo recordable y lo muchísimo olvidable, fue cosa del azar. Siempre el azar que nos condiciona, desde nuestros genes hasta el lugar y el momento en que nos hundiremos, como decía Alberti, en "ese golfo de sombras" que nos espera.
-¿Dónde está tu curiosidad en estos momentos?
-En la Astronomía, en la Cosmología, en los agujeros negros… Decía Bernard Shaw que el único hombre inteligente que conocía era su sastre, porque siempre que volvía a verle le tomaba nuevas medidas. Yo no soy el de entonces. Casi no leo y sí releo mucho.
-¿Qué has  vuelto a redescubrir?
-A Baroja, a Azorín, a Cervantes, a Marañón... Veo mucho documental en la tele y mato el tiempo -o espero que el tiempo me mate- con Internet.
-¿Cómo eres ahora?
-Tal vez alguien a quien le gusta aparecer ante los demás un poco por encima de lo que es.
-¿Tu vida pasada?
-No le tengo mucha estima. Como el personaje principal de "La lista Schlinder", cuando al final los judíos supervivientes le entregan un recuerdo de oro, rompe a llorar y exclama "Podía haber hecho más, muchísimo más", yo ahora pienso igual, aunque me trague las lágrimas y no me eche a llorar.
-¿Recuerdas lo mucho que nos enseñaste a los que trabajábamos en El Correo de Andalucía cuando tú lo dirigías?
-¿Enseñar yo? Aprender y mucho. De José María Requena la inigualable gracia de su prosa; del inolvidable Javier Smith la ponderación y el saber decir lo contrario que escribía; del cura Chinarro, su valentía; de ti, tu enorme capacidad de trabajo y de preguntar lo que querías que te dijeran... sin preguntarlo; de Uceda, lo que nunca se debe hacer y que yo toleré mirando hacia otro lado y que es hoy, seguramente, el mayor remordimiento que tengo en mi ya larguísima vida. Y no sigo hablándote. Experimento demasiado dolor.
-Querido Federico…