En los setenta
dirigió un periódico en Sevilla. Se llama Federico Villagrán. Durante
varios días las “Cartas al director” deberían haberse enviado
a”Ranilla”, la antigua cárcel de la capital hispalense.
-¿Cómo se ha portado el azar contigo?
-A mí el azar me regaló la ocasión de ser, en contadas ocasiones, protagonista de cosas. Lo ocurrido está ahí. Todo, lo recordable y lo muchísimo olvidable, fue cosa del azar. Siempre el azar que nos condiciona, desde nuestros genes hasta el lugar y el momento en que nos hundiremos, como decía Alberti, en "ese golfo de sombras" que nos espera.
-¿Dónde está tu curiosidad en estos momentos?
-En la Astronomía, en la Cosmología, en los agujeros negros… Decía Bernard Shaw que el único hombre inteligente que conocía era su sastre, porque siempre que volvía a verle le tomaba nuevas medidas. Yo no soy el de entonces. Casi no leo y sí releo mucho.
-¿Qué has vuelto a redescubrir?
-A Baroja, a Azorín, a Cervantes, a Marañón... Veo mucho documental en la tele y mato el tiempo -o espero que el tiempo me mate- con Internet.
-¿Cómo eres ahora?
-Tal vez alguien a quien le gusta aparecer ante los demás un poco por encima de lo que es.
-¿Tu vida pasada?
-No le tengo mucha estima. Como el personaje principal de "La lista Schlinder", cuando al final los judíos supervivientes le entregan un recuerdo de oro, rompe a llorar y exclama "Podía haber hecho más, muchísimo más", yo ahora pienso igual, aunque me trague las lágrimas y no me eche a llorar.
-¿Recuerdas lo mucho que nos enseñaste a los que trabajábamos en El Correo de Andalucía cuando tú lo dirigías?
-¿Enseñar yo? Aprender y mucho. De José María Requena la inigualable gracia de su prosa; del inolvidable Javier Smith la ponderación y el saber decir lo contrario que escribía; del cura Chinarro, su valentía; de ti, tu enorme capacidad de trabajo y de preguntar lo que querías que te dijeran... sin preguntarlo; de Uceda, lo que nunca se debe hacer y que yo toleré mirando hacia otro lado y que es hoy, seguramente, el mayor remordimiento que tengo en mi ya larguísima vida. Y no sigo hablándote. Experimento demasiado dolor.
-Querido Federico…
-¿Cómo se ha portado el azar contigo?
-A mí el azar me regaló la ocasión de ser, en contadas ocasiones, protagonista de cosas. Lo ocurrido está ahí. Todo, lo recordable y lo muchísimo olvidable, fue cosa del azar. Siempre el azar que nos condiciona, desde nuestros genes hasta el lugar y el momento en que nos hundiremos, como decía Alberti, en "ese golfo de sombras" que nos espera.
-¿Dónde está tu curiosidad en estos momentos?
-En la Astronomía, en la Cosmología, en los agujeros negros… Decía Bernard Shaw que el único hombre inteligente que conocía era su sastre, porque siempre que volvía a verle le tomaba nuevas medidas. Yo no soy el de entonces. Casi no leo y sí releo mucho.
-¿Qué has vuelto a redescubrir?
-A Baroja, a Azorín, a Cervantes, a Marañón... Veo mucho documental en la tele y mato el tiempo -o espero que el tiempo me mate- con Internet.
-¿Cómo eres ahora?
-Tal vez alguien a quien le gusta aparecer ante los demás un poco por encima de lo que es.
-¿Tu vida pasada?
-No le tengo mucha estima. Como el personaje principal de "La lista Schlinder", cuando al final los judíos supervivientes le entregan un recuerdo de oro, rompe a llorar y exclama "Podía haber hecho más, muchísimo más", yo ahora pienso igual, aunque me trague las lágrimas y no me eche a llorar.
-¿Recuerdas lo mucho que nos enseñaste a los que trabajábamos en El Correo de Andalucía cuando tú lo dirigías?
-¿Enseñar yo? Aprender y mucho. De José María Requena la inigualable gracia de su prosa; del inolvidable Javier Smith la ponderación y el saber decir lo contrario que escribía; del cura Chinarro, su valentía; de ti, tu enorme capacidad de trabajo y de preguntar lo que querías que te dijeran... sin preguntarlo; de Uceda, lo que nunca se debe hacer y que yo toleré mirando hacia otro lado y que es hoy, seguramente, el mayor remordimiento que tengo en mi ya larguísima vida. Y no sigo hablándote. Experimento demasiado dolor.
-Querido Federico…