Fernando Gelán |
El
azar, vestido de camarero, dispuso que nos sentáramos a la mesa,
materialmente redonda, dos periodistas de Sevilla con otros dos a los
que no conocíamos. Todos acompañados por sus correspondientes parejas.
Era un almuerzo de convivencia en el restaurante de un hotel que fue
convento en el siglo XVI: el de la Magdalena de Antequera. Antes
habíamos participado en la asamblea constituyente del Colegio de
Periodistas de Andalucía. Y también en la elección secreta del decano
de esta entidad de derecho público: Antonio Manfredi.
Durante la comida, por lo menos en nuestra mesa, no surgió el tema de la elección celebrada en el Salón Viera, porque todo había transcurrido sin incidentes y sin rechazos a la denominación de la estancia, que alude al nombre de un dolmen de la ciudad malagueña.
A mi izquierda estaba sentado Fernando Gelán, Medalla de Oro de la Ciudad de Sevilla, y a mi derecha, otro colegiado que era pianista y compositor: Rafael Prado, “Músico por la Paz”, título que le había otorgado la “Fundación para una Cultura de Paz” que preside Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco. El otro compañero había sido director de una cárcel en Cataluña y no dejó de abanicarse durante el almuerzo.
En nuestra mesa el que menos comía era el músico, como si todavía no hubiera hecho la digestión de su atracón académico: un doctorado en Comunicación Audiovisual por la Facultad de Ciencias de la Información de Sevilla y tres licenciaturas por el Conservatorio de Música de la capital hispalense.
Otro atracón, el de Fernando Gelán: más de cincuenta años en la profesión y con la ilusión del primer día. Cuando le sirvieron carne, Nena, su mujer, tuvo que poner orden en el plato, como diciendo “ya se que tú eres hombre de pescado, pero te tienes que comer este trocito”.
El músico nació en Minas de Rio Tinto el mismo año que murió Franco. Y a los ocho, compuso, en Nerva, la patria chica y grande de Daniel Vázquez Díaz, su primera obra. Salomé contó que es novia de Rafael desde hace diez años. La novia fue advertida por uno de los comensales del peligro que encierran los pianistas antes y después de un gran concierto. Ella se sonrió y el músico no aclaró cuándo compondrá, por ejemplo, una marcha nupcial.
Fernando habló de su padre. Publicó sus primeras fotografías en “La Unión”, diario gráfico independiente que dejó de salir en 1936. Por consejo del director firmaba las fotos con el seudónimo Gelán, que es ángel al revés. Se llamaba Ángel Gómez Beades. Pronto se cumplirá su centenario.
El menú de la conversación, en nuestra mesa, tuvo las calorías adecuadas y la salsa de la inocencia.
Durante la comida, por lo menos en nuestra mesa, no surgió el tema de la elección celebrada en el Salón Viera, porque todo había transcurrido sin incidentes y sin rechazos a la denominación de la estancia, que alude al nombre de un dolmen de la ciudad malagueña.
A mi izquierda estaba sentado Fernando Gelán, Medalla de Oro de la Ciudad de Sevilla, y a mi derecha, otro colegiado que era pianista y compositor: Rafael Prado, “Músico por la Paz”, título que le había otorgado la “Fundación para una Cultura de Paz” que preside Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco. El otro compañero había sido director de una cárcel en Cataluña y no dejó de abanicarse durante el almuerzo.
En nuestra mesa el que menos comía era el músico, como si todavía no hubiera hecho la digestión de su atracón académico: un doctorado en Comunicación Audiovisual por la Facultad de Ciencias de la Información de Sevilla y tres licenciaturas por el Conservatorio de Música de la capital hispalense.
Otro atracón, el de Fernando Gelán: más de cincuenta años en la profesión y con la ilusión del primer día. Cuando le sirvieron carne, Nena, su mujer, tuvo que poner orden en el plato, como diciendo “ya se que tú eres hombre de pescado, pero te tienes que comer este trocito”.
El músico nació en Minas de Rio Tinto el mismo año que murió Franco. Y a los ocho, compuso, en Nerva, la patria chica y grande de Daniel Vázquez Díaz, su primera obra. Salomé contó que es novia de Rafael desde hace diez años. La novia fue advertida por uno de los comensales del peligro que encierran los pianistas antes y después de un gran concierto. Ella se sonrió y el músico no aclaró cuándo compondrá, por ejemplo, una marcha nupcial.
Fernando habló de su padre. Publicó sus primeras fotografías en “La Unión”, diario gráfico independiente que dejó de salir en 1936. Por consejo del director firmaba las fotos con el seudónimo Gelán, que es ángel al revés. Se llamaba Ángel Gómez Beades. Pronto se cumplirá su centenario.
El menú de la conversación, en nuestra mesa, tuvo las calorías adecuadas y la salsa de la inocencia.