lunes, 15 de abril de 2013

Desinterés por la política

El que fue rector de la Universidad de Sevilla, Julio Pérez Silva, tenía once años cuando quisieron matar a su padre en 1936. Era encargado de obras en carreteras. Los de un bando le persiguieron a muerte para que les entregara una gran cantidad de explosivos destinados a las obras de un túnel. Logró salvarse. A la semana siguiente, los del otro bando quisieron quitarle la vida porque deseaban lo mismo. Esto le sirvió de lección al profesor Pérez Silva para no interesarse por la política.
-¿Para qué sirven los amigos?
-Para abusar de ellos. Por eso no me importa sacrificarme por los demás.

No parece el mismo
El ex presidente Felipe González ya no es el animal político que en la clandestinidad tenía que borrar sus huellas delante de su escondite. Sin necesidad de asomarse a sus espacios más intimistas se aprecia que ahora pesa más sobre la tierra: ha engordado.
Sus kilos de más no impiden que recordemos que le tocó dirigir un país que intentaba recuperar la autoestima y recobrar lo que pudo perder de dignidad durante la dictadura.
Oyéndole hablar sobre los casos de acoso a políticos del PP se aprecia que se ha mostrado demasiado cauteloso.
Recuerdo lo que escribió Felipe, siendo muy joven, en sus “Cartas desde Lovaina”: “La primera condición del ser revolucionario es respetar a los demás”.

El Jefe del Estado nombraba a los obispos
El cardenal Bueno Monreal, cuando era un crío de doce años y estudiaba en el Seminario de Madrid, iba de paseo, con los demás compañeros en comunidad, los jueves y domingos a la casa de Campo, que era el parque de los Reyes. Allí vio con frecuencia a Alfonso XIII y a la reina, que preguntaban a los seminaristas por la marcha de sus estudios y por sus familias. En aquellos jardines vio jugar al que sería conde de Barcelona y a sus hermanos y hermanas. Siendo cardenal de Sevilla y el príncipe Juan Carlos, rey de España, le pidió que renunciase al privilegio concordatario que tenía como Jefe de Estado de nombrar prácticamente  a los obispos. Al poco tiempo renunció y la Iglesia se liberó de esa servidumbre.
Republicanos, no hagáis ruido. El rey duerme.

Mártires inventados
Altos cargos del Ministerio de Información y Turismo encargaron al periodista Carlos Luís Álvarez, también conocido como “Cándido", que escribiera en 300 folios 20 biografías de religiosos asesinados durante la Guerra Civil. Debería redactarlas en un mes. Él no figuraría como  autor de la obra sino fray Justo Pérez de Urbel, miembro de la Orden Benedictina, historiador y capellán de la Sección Femenina de la Falange.  Como al periodista no le dio tiempo a investigar, recurrió a su fantasía y se inventó parte del libro. Cobró por su trabajo 25.000 pesetas  y el fraile, que no leyó el original, 200.000. (Esto lo contó “Cándido” cuando presentó sus “Memorias prohibidas”, que tienen la sombra blanca de la verdad. El libro se titula ”Los mártires de la Iglesia, testigos de su fe".