jueves, 14 de marzo de 2013

Habemus Papam. Francisco I. Es jesuita. Opus Dei non felice

Lo que ocurrió en el Palmar de Troya comenzó a las cuatro de la madrugada y finalizó a las nueve y quince de la mañana. Los organizadores del acto encargaron al fotógrafo Joaquín Mora que realizara un reportaje de lo que allí viera. Le citaron dos horas antes de que comenzara la coronación de Clemente Domínguez como papa. El falso pontífice tomó el nombre de Gregorio XVII y se consideraba sucesor de Pablo VI, que había fallecido días antes, el seis de agosto de 1978.
Mora vendió las fotografías de la coronación a la revista “Gaceta Ilustrada” por un millón doscientas mil pesetas y a los del Palmar, que se enfadaron con él, les cobró por el reportaje noventa mil pesetas.
El reportero comunicó al entonces obispo auxiliar de Sevilla don Antonio Montero lo que había realizado en el Palmar de Troya, porque consideraba que que su religión estaba antes que el dinero. “Joaquín, ten la conciencia tranquila porque en el Vaticano saben lo que ocurre en el Palmar de Troya gracias a tus fotos” le dijo el obispo.
Me contó Joaquín Mora que la revista que publicó sus fotografías con la coronación del falso papa circuló entre los cardenales mientras elegían a Juan Pablo I.
(Habemus Papam. Francisco I. Es jesuita. Opus Dei non felice).
Conocí a un obispo argentino que estuvo en Sevilla. Se llamaba Jerónimo Podestá. Venía con su antigua secretaria privada, Cleia, que significaba gloria. Se había casado con ella y este acto de amor había causado asombro en toda Iberoamérica. Estuvieron en Ávila, donde Cleía había visto por las calles a Santa Teresa, según me dijo.
Cuando pregunté a Cleia si recordaba algún hecho de su compañero digno de contar, respondió tiernamente:
-Yo soy su mejor anécdota.