jueves, 7 de marzo de 2013

¿Qué sería de los niños si no exisitieran cuentos?

Isabel escribió en una hoja impar de su inseparable libreta varias  palabras con su pluma estilográfica. Las letras eran negras y menudas.  En la hoja par se veía un párrafo escrito con bolígrafo rojo.  A simple vista parecía que clasificaba sus pensamientos en negros y rojos.  Sólo se trataba de de un reflejo fiel del orden que preside su vida.
Isabel Parreira es licenciada en Lenguas y Literaturas Modernas. Nació en una ciudad del distrito de Coimbra: en Figueira da Foz.  Ha publicado varios libros de cuentos. Vive en Lisboa. Enseña inglés en lo que en España llamamos Instituto de Enseñanza Media.
-¿Cree que los cuentistas son los jíbaros de la novela, en el sentido de que van al cuento con una mentalidad novelística?
-No estoy de acuerdo. Hay grandes novelistas, dramaturgos y ensayistas que también escribieron cuentos. Por ejemplo, Herman Hesse escribió  “Cuentos Maravilloso” y  Franz Kafka tiene  textos que podrían considerarse cuentos, aunque  muchos de ellos son anotaciones de ideas  y de  proyectos.
-¿Exige mucho a un cuento para calificarlo de bueno?
-Que la historia me atraiga desde el principio. Que me describa un lugar, una persona, una situación... de forma que yo pueda imaginarlos.  No me gusta que me diga todo, sino que me induzca a tomar mis propias conclusiones.

-Hablar de cuentos es acordarse de los niños.
-Yo también he escrito cuentos para mayores. ¿Pero qué sería de los niños si no hubiera cuentistas? El  primer contacto que tienen ellos con 1a literatura, la cultura y su lengua, es lo que los padres les leen desde muy temprana edad, generalmente a través de cuentos o historias populares.
-¿Cómo deben escribirse las narraciones para los pequeños?
-Saramago escribió “La flor más grande del mundo”, un cuento en el que decía: “Las historias para niños deben escribirse con palabras sencillas, porque siendo pequeños, los niños conocen pocas palabras y no les gusta usar las complicadas. Me gustaría saber escribir esas historias, pero nunca he sido capaz de aprenderlo  y lo siento.”
-¿Cómo es usted?
-Soy por naturaleza una persona frontal, casi siempre hablo con el corazón muy cerca de la boca, lo que me trae a veces algunas dificultades. La libertad de expresión también tiene su precio ¿verdad?
 -¿Qué es lo que realmente quiere en la vida?
-¡Vivir!  Vivir cada día. Y no  pienso que “mañana es otro día", sino que  "mañana es un nuevo día”.
-¿Su escritura?
-Es el resultado de mi sed de conocimiento, de descubrir cosas nuevas cada día.
-¿En cuantos idiomas sueña?
-Como decía un poeta portugués, "siempre que el hombre sueña, el mundo salta y se mueve hacia adelante." Lo importante es soñar, no importa el idioma, porque el sueño en sí mismo tiene un lenguaje propio… Yo sueño dormida y despierta.
-No me ha contestado.
-Hablo el portugués, por supuesto, hablo inglés, francés, español y alemán. Leo italiano con cierta facilidad, aunque no hable mucho. Euskara, nada, con mucha pena mía. Catalán,  entiendo lo que está escrito. Gallego, mucho; es lo más parecido con el portugués. Castellano  me resulta muy bien con frecuencia.
Isabel Parreira ha investigado en el teatro del absurdo: Eugene Ionesco y Samuel Beckett. Ella sabrá que uno de los dos dijo:” ¡Ah, las viejas preguntas, las viejas respuestas, no hay nada como ellas!” El otro aconsejaba esto: “Describe un círculo, después acarícialo y se convertirá en un círculo vicioso”.  Y ahora lo siento por el marido de la entrevistada, el pintor Carlos Santos Marques. “El arte es inútil, pero el hombre es incapaz de prescindir de lo inútil”. Son palabras de Ionesco.
-¿Qué tal se lleva con el humor?
-Me gusta cuando una historia me ofrece pasajes llenos de humor. Es un ingrediente con lo cual me identifico muchísimo. Y cuando digo humor, no me refiero a la simple broma que, unas palabras después es de nuevo explicada, como si no hubiera ninguna inteligencia por parte de aquellos que la leen.
-Gracias, Isabel. ¡Adiós!
-Le voy a ser sincera. No me gusta la palabra adios para las despedidas. Prefiero que me diga “¡hasta ahora!”