miércoles, 20 de febrero de 2013

Hay que formar al niño para la convivencia

¡Cuánto hubiera aprendido el ministro Wert de un sencillo maestro de primera enseñanza que se jubiló en el Colegio Padre Manjón de Sevilla!
Se llamaba don Arturo Caraballo. Nunca quiso que sus alumnos fuesen victimas de las veleidades de la política. Así que la enseñanza que impartía era apta para cualquier régimen.
Él, como docente, conoció dos dictaduras y un poco de democracia.
Durante la dictadura del general Primo de Rivera estaba prohibido hablar en contra del régimen. La formación política no era obligatoria, pero sí se enseñaba a los alumnos a acatar el poder constituido sea cual fuere.
En tiempos de la República todo siguió igual. Ordenaron retirar el crucifico de las escuelas, pero él no lo quitó.

En la larga dictadura del general Franco se intensificó mucho la formación política  y religiosa y una de las funciones de los maestros era  convertir a los niños en adictos al Movimiento.
Cuando miraba hacia atrás, don Arturo Caraballo se entristecía porque se daba cuenta de que  en la escuela no se había impartido bien la cultura que el pueblo necesita.
-¿Qué pensaban los padres y las autoridades?
-Que el colegio puede dar al niño todas las perfecciones posibles.
-¿Cuál es entonces la misión de la escuela?
-Aunque grandiosa y sublime es más restringida.
-¿A qué se debe limitar?
-A formar al niño para la convivencia.
Con el cigarro en la mano explicaba a los alumnos los inconvenientes de fumar y la esclavitud a que da lugar. Les contaba que muchas veces se había salido de una conferencia importante o de una función religiosa, porque no podía aguantar sin fumar.  “Si volviera a vuestra edad no fumaría el primer cigarrillo” les decía.
-¿Conseguía algo de ellos? –Exprensándome con esta sinceridad, lograba mucho.