viernes, 25 de enero de 2013

Esta no es la monja de los bebés robados

La monja afirmó  que el crucificado, de tamaño natural, era una talla del  siglo XV. El crucificado, ella y hombres viejos y desarrapados  se encontraban en una casa muy modesta de la calle San Luís, en el número 104. “Estos son mis pobres” dijo, refiriéndose a los ancianos. Después contó que el día antes se había sentido muy emocionada cuando escuchó decir a una mujer: “Aunque va vestida de religiosa, la he reconocido. Usted es una de las señoritas de Moliné. Yo soy la cocinera de la condesa de Garvey que vivía frente a su casa”.
-Hermana, ¿de dónde es usted?
-De Las Cabezas de San Juan. En la iglesia parroquial de este pueblo están enterrados mis abuelos, mis padres y mis antepasados.
-¿Cómo lo pasaba antes de ser monja?
-Estaba en los cortijos, en los olivares, en la playa y en el campo de los abuelos que tenían ganadería brava.
-¿Y el colegio?
-A los nueve años me vine interna al Valle, al Sagrado Corazón del Valle de Sevilla. Estuve hasta los trece. Después pasé cuatro en Jerez.
-¿Cómo reaccionó su familia cuando  les descubrió que quería ser monja?
-Mi madre me dijo: “Hija, pero si aquí no te falta nada. Aquí puedes dar a los pobres todo lo que quieras. Si está Dios en tu casa, ¿por qué quieres irte?”

-¿La convenció?
-No pude. Me hicieron esperar en casa cinco años: desde los diecisiete hasta los veintiuno. Lo pasé mal, porque deseaba ser religiosa. Al morir mi padre, mi madre no quiso ser tacaña con el Señor.
-¿Qué recuerda de su abuelo?
-Mi abuelo Rafael Surga y Surga tenía desde principios del siglo XX coche, un “Hispano-suiza”.
-¿Es usted bien interpretada en Sevilla?
-La Hermana Juanita es muy bien interpretada, porque tiene a Sevilla en el bolsillo.
-¿A qué Sevilla se refiere?
-A la Sevilla de los pobres, a la de los ricos, a la de los tontos y a la de los listos.
-¿Qué puedo decir de usted?
-Que estoy entre los pobres y que estos pobres necesitan ayuda.
-Hermana “A quién hablaré hoy?
Reina la avaricia.
Todos se apropian de los bienes ajenos.
A quién hablaré hoy.
El desgraciado se consuela con el desgraciado…”
(De un poema egipcio del siglo II citado por Laura Esquivel)