miércoles, 19 de diciembre de 2012

Por “Quejío” no pasan los años

Aquella especie de ciudad que era la fábrica de “Hytasa” con cuatro muros le hizo sentir que entraba en algo que no tenía salida. Salvador Távora había cumplido, días antes, catorce años. Entró en el taller mecánico como aprendiz.
Él venía del cariño de su familia y del afecto del profesor del colegio. Ahora, con setenta y siete años, sigue aprendiendo a vivir.
-¿Aman tus hijas todo lo que amas tú?
-Sí.Aman  a su clase, que es la de su padre, es decir,  la clase trabajadora y  aman a su tierra, que es Andalucía.
-¿A qué aspiran?
-A lo mismo que aspiro yo: a ayudar a hacer un entorno de vida donde sea posible la realización de la persona sin imposiciones que mutilen sus deseos.

-¿De qué duda el andaluz?
-De su futuro. Toda la capacidad que tiene  el andaluz para asumir su historia, se debilita ante lo que puede venir. En su subconsciente funcionan muchos factores sociales que han hecho de él un hombre razonablemente desconfiado.
(En sus muchas giras teatrales por Europa  y América Salvador Távora siempre se ha buscado una hora para andar solo por cualquier calle desconocida del mundo. En más de una ocasión se ha sentido tan angustiado que pensaba que se moría de repente. Automáticamente se echaba mano a la cartera para comprobar si tenía en regla el seguro de defunción porque le preocupaba que el traslado de su cadáver a Sevilla no fuera tarea fácil. Salía de la angustia cantando una seguirilla).
-¿Por cuál de tus obras no pasan los años?
-Por “Quejío”, que es un llamamiento a la unidad tan necesaria hoy día.