sábado, 3 de noviembre de 2012

La muerte

El doctor Enrique López Romasanta dijo a su esposa, Antonia Herrero:
 -A la muerte no hay forma de vencerla. El único modo de superarla en vida es pensar: “Yo me voy. Pero ahí quedan nueve prolongaciones mías”.
El matrimonio tenía nueve hijos. El tema de la muerte surgió porque ella dijo al marido:
 -Por favor, aunque estás sano, no comas tanto. Trabaja menos. Cuídate, porque figúrate en el plan que me dejas a mí.
Él le respondió:
 -El día que yo me ponga malo, no me lleves a ningún lado. Me dejas en la cama, me dejas que me vuelva a la pared y me muera. López Romasanta, había aprendido, como André Malraux, que una vida no vale nada, pero que nada vale una vida. En ocasiones, cuando su esposa hacía la declaración de la renta, le comentaba: 
-Me voy a morir con la pena de que no me hayas hecho nunca un presupuesto de lo que gastamos. Ella, que administraba el dinero por deseo del marido, le contestaba que no se lo podía hacer porque era un asunto imprevisible. No cobraba a los enfermos pobres y, como no conducía, al ser usuario habitual de taxis, le costaba dinero ir a verlos. 


El doctor López Romasanta preparaba la comida los domingos escuchando flamenco, sobre todo a Pepe Marchena y al Caracol, y rodeado de libros abiertos de cocina. A juicio de su mujer, era un excelente cocinero. Se documentaba en obras de gastronomía, en su ingenio y en que manifestaba a sus enfermos de confianza:
 -Te cambio mi receta por una receta tuya de cocina. Cuando cocinaba un buen plato decía: “Coméroslo y disfrutad, porque ya no cocinaré otro igual”. 

La chica que tenían en casa preguntaba los lunes: 

-¿Preparó ayer la comida don Enrique? Ya saben que si quedó algo, yo me lo como. El doctor López Romasanta murió a los cincuenta y cinco años, un domingo mientras atendía a un enfermo. Se fue como él quería: de repente y trabajando. Un paciente suyo publicó en un periódico de Sevilla una esquela mortuoria que, entre otras cosas, decía: “Rogad a Dios por el alma del doctor…que durante un decenio fue profesor de clases prácticas en la Facultad de Medicina. Falleció el seis de junio de… Su enfermo, José Aparici Díaz, catedrático de Derecho Romano de la Universidad, admirador entrañable y querido amigo, ruega una oración por su alma.