sábado, 3 de noviembre de 2012

García Calvo, la Inmaculada y el Ayuntamiento de Sevilla

Aquel año de 1968 Sevilla tenía un alcalde que comunicó por carta abierta a El Correo de Andalucía lo que sigue: “Agustín García Calvo, durante su época de catedrático en la Universidad hispalense, en sus explicaciones sobre mitología antigua comparada, presentaba ejemplos que contribuían seriamente a la deformación intelectual de los alumnos, involucrando en dicho mito y sus interpretaciones a la Virgen María y desvirtuando así el dogma de la Inmaculada Concepción”.

El director del periódico Rafael González sintió  confusión y extrañeza al leer lo anterior y lo siguiente le produjo dolor: “El Ayuntamiento de la muy noble, muy leal, muy heroica, invicta y mariana ciudad de Sevilla ha visto con extraordinario desagrado la publicación en el periódico local “El Correo de Andalucía”, “diario católico”, del día 7 de diciembre de 1968, con destacados titulares y gran extensión, las opiniones de don Agustín García Calvo (...) El cabildo de la ciudad, haciendo honor al voto que le obliga a defender el dogma de la Inmaculada Concepción de María, eleva su más enérgica protesta al Consejo de Administración de la empresa propietaria de “El Correo de Andalucía” y ante la dirección del mismo por dar cabida y publicidad en sus páginas a las opiniones del señor García Calvo. Sevilla, 8 de diciembre de 1968, día de la Inmaculada Concepción. El alcalde, Félix Moreno de la Cova”.

La entrevista con García Calvo trataba de cuestiones universitarias. No se ocupaba en absoluto del dogma de la Inmaculada Concepción. El entrevistado, que había sido titular de la cátedra de Lenguas Clásicas en la Universidad de Sevilla, cuando era catedrático en la de Madrid, el Gobierno de Franco lo expulsó, junto a Tierno Galván, López Aranguren y Montero Díaz, por apoyar las protestas estudiantiles de 1965. 
García Calvo las calificaba en la entrevista como un pronunciamiento universitario y afirmaba que lo mejor para los problemas del mundo actual era una solución marxista. “Cuando me echaron de la Universidad –explicaba en El Correo- ya la había abandonado de corazón. Había renunciado a la esperanza de que desde dentro del organismo se pudiera hacer algo que no fuera absorbido por el propio organismo.”

A los pocos días de la publicación de la entrevista, el Gobierno  consideró que contenía faltas graves contra la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, conocida también como “Ley Fraga” y sancionó al director del periódico con una multa de 50.000 pesetas. Recurrió y el Tribunal Supremo contestó que: “El reportaje acusa una velada intención dirigida a difundir la apología de un sistema público demoledor del Estado actual y en el mismo no se respetan las exigencias del mantenimiento del orden público, pues colabora en la creación de estados conflictivos que pueden llevar a su alteración”. Dos años antes de la multa, el director de cine Basilio Martín Patino rodaba en Sevilla varias secuencias de la película que hacía sobre la novela picaresca de Cervantes “Rinconete y Cortadillo” para Televisión Española. 

Aquel día se encontraba de visita oficial en la capital hispalense el entonces ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne. Durante el almuerzo que le ofrecieron las primeras autoridades, el alcalde Félix Moreno de la Cova comentó al ministro que Martín Patino estaba haciendo una película en Sevilla. Fraga contó que conocía bien su trayectoria cinematográfica desde los tiempos en que vio su película “Canciones para después de una guerra”. El gallego se guardó de decir que la vio cuando estaba secuestrada. Moreno de la Cova no podía aguantar más y añadió: “En la película trabaja Agustín García Calvo”. Fraga casi se atragantó con la noticia. Recuperado de la sensación de asfixia, dijo: “No concibo que un hombre expulsado de la Universidad esté trabajando para TVE.” Se interrumpió el rodaje de la película, el material filmado fue requisado y Basilio Martín Patino, obligado a abandonar la ciudad.

“Fue muy injusta la actitud de Fraga, porque García Calvo había hecho un acto de humildad aquel día viniendo a Sevilla para trabajar en “Rinconete y Cortadillo” como extra y de forma anónima, y cobrando sólo tres mil pesetas”, me comentó entristecido Martín Patino.

El 1 de noviembre falleció Agustín García Calvo. Suyo es este poema: 
“Libre te quiero, como arroyo que brinca de peña en peña, pero no mía. 
Grande te quiero te quiero, como monte preñado de primavera, pero no mía. 
Buena te quiero como pan que no sabe su masa buena, pero no mía. 
Alta te quiero como chopo que al cielo se despereza, pero no mía.
Blanca te quiero, como flor de azahares sobre la tierra, pero no mía. 
Pero no mía ni de Dios ni de nadie ni tuya siquiera”.