martes, 6 de noviembre de 2012

Historia de un hombre que tiene fe en la duda

Según la Biblia  Dios concedió al rey Saúl 40 años para probar que era digno de ser el escogido de Israel, y en estos años pecó contra todos. Le sucedió David, que reinó  cuarenta años y otros tantos su hijo Salomón, cantor y poeta.
Allá por los años cincuenta Salvador Távora toreó cuatro  tardes en la Real Maestranza. Traje de crema y oro en la primera novillada. Vestido de corto en un festival. De grana y oro la tercera vez. La última, de celeste y oro. El toro era negro.
No sé cómo vestía el 21 de mayo de 1960. Ese día el rejoneador Salvador Guardiola cuando toreaba en Palma de Mallorca al novillo “Farruco”, se cayó tan dramáticamente de su caballo “Calé” que tuvo que matar al animal el sobresaliente de su cuadrilla, Salvador Távora, desconocedor en ese momento de que su tocayo estaba muriéndose.
─Esto te alejó para siempre de los ruedos.
─Del ruedo de los toros, sí. Pero me condenó a andar por un ruedo mayor, que es todo nuestro país. Y me sirvió para hacer mi obra "Piel de toro", que es un reencuentro con todo ese juego mío juvenil con la muerte.

-¿Por cual de tus obras no pasan los años?
─Por "Quejío", que es un llamamiento a la unidad tan necesaria hoy día.
─¿Se te ha ido el público durante algún espectáculo?
─En Méjico, en 1973, cuando representábamos “Quejío”. Al día siguiente los periódicos de derecha dijeron que el público se marchó porque no entendió el espectáculo. La prensa de izquierda afirmó, sin embargo, que los espectadores se marcharon porque lo entendieron perfectamente.
-¿Y qué ocurrió?
-Que las tres funciones restantes se abarrotaron totalmente por los hijos de los que se habían marchado, a pesar de que asistían poco al teatro por considerarlo un producto burgués, según supimos después.
-¿En qué espectáculo te vales de una persona para hablar de todos?
─En "Los palos", que es un toque de atención para pensar que la angustia de García Lorca no era la angustia de un individuo, sino de todo un pueblo. Cuando representamos por vez primera esta obra, ciertos sectores intelectuales se sintieron incómodos.
-¿Por qué?
-Nos dieron la  impresión de que Federico era únicamente el muerto de los intelectuales y que nosotros, que éramos un grupo teatral de extracción popular, no teníamos derecho a ese muerto, porque Lorca no era de nuestra clase.
─¿Has sacado a actores de la nada?
─En "Herramientas" hago una llamada a todos los que no eran gente de teatro para que vinieran a expresarse con la experiencia de su trabajo manual y cotidiano.
─¿A qué te sabe Andalucía?
─A amarga. En mi obra "Andalucía amarga" plasmo el desarraigo que provoca la emigración.
─¿En cuál de tus creaciones te meces más en tu fantasía?
─En "Nanas de espinas", que es una reflexión sobre el nacer y el morir.
-En tus muchos viajes a Europa y a América, por razones de trabajo, ¿qué te has reservado para ti?
-Siempre he procurado buscarme una hora para andar solo por cualquier calle desconocida del mundo. Durantes estos paseos solitarios en más de una ocasión me he sentido tan angustiado que pensaba que me iba a morir de repente. Automáticamente me echaba mano a la cartera para comprobar si tenía en regla el seguro, porque siempre me  ha preocupado mucho que el traslado de mi cadáver a Sevilla no fuese tarea fácil
-¿Cómo te liberas de la angustia?
-Cantando flamenco. La expreso en un grito por seguirilla.
─¿A qué sigues siendo fiel?
─A mis sentimiento de niño.
-¿Qué recuerdo te acompaña?
─El día que, recién cumplidos los catorce años, entré en la fábrica de "Hytasa", como aprendiz en el taller mecánico.
─¿De qué cariños venías?
─Del cariño del profesor del colegio y del de mi familia.
─¿Con qué desamor te encontraste?
─Con aquella especie de ciudad con cuatro muros, que me hizo sentir que entraba en algo que no tenía salida. Me refiero a “Hytasa”
─¿Has conseguido saber vivir?
─He logrado vivir, pero no saber vivir.
─¿Lo estás aprendiendo?
─Constantemente.
─¿Qué te ayuda?
─El teatro, gracias al cual conozco las reacciones que provocan en los demás mis espectáculos y las confronto con mis sentimientos, que son muy espontáneos.
─¿De qué te sientes más cerca, de la fe o de la duda?
─Yo tengo fe en la duda, porque dudando, posiblemente, se acerca uno más a lo que debe ser. Por eso, para mí, la duda es un acto de fe.
─¿Ofrece soluciones tu teatro?
─El teatro no puede ofrecer salidas gratuitas ni soluciones. No debe ser un espejismo para que en la calle se piense que lo que se vio en el teatro se arregló en la vida.
-¿Las grandes dudas del andaluz?
─Su futuro, porque toda la capacidad que tiene el andaluz para asumir su historia, se debilita ante lo que puede venir. En su subconsciente funcionan muchos factores sociales que han hecho del andaluz un hombre razonablemente desconfiado.
─¿Aman tus hijos todo lo que amas tú?
─Sí, aman a su clase, que es la de su padre, es decir, la clase trabajadora; aman a su tierra, que es Andalucía, y aspiran a lo mismo que aspiro yo: ayudar a hacer un entorno de vida donde sea posible la realización de la persona sin imposiciones que mutilen sus deseos.
(Salvador lleva reinando dignamente cuarenta años.)