miércoles, 19 de septiembre de 2012

Santiago Carrillo y Sevilla

Funcionaba a tope la ETA cuando pregunté a Marcelino Camacho si aceptaría él un coche blindado, aunque fuera como el Cadillac que regaló a Santiago Carrillo el dictador comunista de Rumania Nicolae Ceaucescu. Esta fue su respuesta: -En un país como el nuestro en el que tantas amenazas de muerte se hacen todos los días, ¿por qué un hombre como Santiago Carrillo no habría de tener un coche blindado, aunque dicha sea la verdad ya no funciona bien? -¿Pidió él protección? -No. -¿Quién? - Fuimos nosotros, los del partido, los que consideramos que debía tenerla como la puede tener un Jefe de Estado. Pero esto no quita que Carrillo se pasease tranquilamente por las calles de Madrid.

Marcelino Camacho hacía poco tiempo que había salido de la cárcel. Contó a Evaristo Villar y a Juanjo Sánchez que los funcionarios de prisiones distinguían perfectamente a los internos por la forma de entrar en el patio de la prisión: Los que andaban solos y muy de prisa eran anarquistas. Los que iban en grupo, preparando gobierno, eran socialistas. Los que llevaban un libro debajo del brazo, comunistas. El estaba con los del libro. La cárcel fue su verdadera Universidad. 

Un buen amigo de Santiago Carrrilo fue José Hormigo, ex dirigente del Partido Comunista en Sevilla. -¿Cómo era? -Entrañable. Cuando nos veíamos siempre me recordaba siempre los ricos garbanzos que le preparó Paula, mi mujer, el día que comió en mi casa, en la barriada de Bellavista, el año 1992. -¿Qué no se sabe de él? -Pocos conocen que, con sólo dieciséis años, vino a Sevilla para parar el intento de golpe de Estado que lideró el general Sanjurjo desde aquí contra la II República la madrugada del 10 de agosto de 1932. (Vivía entonces uno de los abuelos de Santiago Carrillo que era sevillano y al que no le desagradaba el vino. De ahí le venía la vena humorística, según me dice Eduardo Saborido, al que tanto hizo por la transición en nuestro país)