miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Sistema Público de Salud es un logro al que no debemos renunciar

-¿Quién conoce mejor al doctor Elías Cañas García-Otero?
-Mi familia más directa, que es quien sufre la mayoría de mis defectos, y que muchas veces tienen que estar en una vigilia permanente de espera porque la jornada de trabajo se ha prolongado más de la cuenta… Y en segundo lugar, mis pacientes más veteranos, con los que he compartido el aprendizaje de la palabra “paciencia”.
-He oído decir a una de tus hijas que eres “un antiguo”.
-Antiguo “relativo” y a mucha honra, matizando que mis hijas están ahora en su adolescencia más rebelde y contestataria. Ese es el calificativo que me regalan  cuando intento transmitirles la importancia de la autodisciplina y del esfuerzo cotidiano, del trabajo bien hecho, de los valores, de ser consecuente con lo que se piensa, de dar sin pedir nada a cambio… Éstos no son valores que estén de moda, y, como padre, no siempre resulta fácil intentar educar a contracorriente. Por otra parte, ¿que adolescente de hoy en día sabe el significado de palabras como “mixtolobo”, “guateque”, “ambigú”….?
-¿Qué fuiste?
-Niño de la generación del baby-boom, de meriendas con pan y chocolate en el asiento trasero de un “milquinientos”; despertar precoz de la conciencia social durante la trancisión política española, a la que llegué, por edad, un poco tarde…

-¿Ahora?
-Médico de causas perdidas como profesión y forma de estar en la vida; compañero de una mujer maravillosa y padre de dos hijas adolescentes que me cuestionan continuamente; acuarelista vocacional y, por guiños de la vida, presidente actual de la Agrupación de Acuarelistas de Andalucía…
-¿Representa mucho el hospital para ti?
-Ha sido y es mi segunda casa. Pertenezco, con orgullo, a la generación de médicos españoles nacida de la universalización de la asistencia sanitaria mediante un Sistema Nacional de Salud público, equitativo y de acceso libre, donde la salud de los ciudadanos constituye un derecho y un bien social, y no una oportunidad de negocio. En mi generación pasamos de trabajar en el “Seguro” a trabajar en el “Hospital”, con todas las connotaciones implícitas más allá del simple cambio semántico: sin horarios, con compromiso social y personal, sin protagonismos y con mucho trabajo en equipo. Todo esto me ha proporcionado enormes satisfacciones profesionales y personales.
-¿Y a los demás?
-Una alta calidad en la asistencia a la salud. Por eso, en esta época de recortes asimétricos, el Sistema de Salud es un logro social al que, colectivamente, no debemos renunciar, por mucho que la generación de políticos miopes y sin visión de Estado que nos ha tocado sufrir en la actualidad estén empeñados en mercantilizarlo, desmantelarlo y venderlo por parcelas
.-¿A quiénes atiendes?
-Fundamentalmente a personas con enfermedades infecciosas, donde, desgraciadamente, he podido comprobar la vigencia de la frase atribuida a Rudolf Virchow, padre de la patología moderna (1821-1902): “más le temo a la pobreza que al bacilo de Koch (la bacteria causante de la tuberculosis)”.
-¿Qué te llevan los pacientes?
-La necesidad de alguien que los escuche y empatice con ellos, es decir, que sepa ponerse en su lugar, darle la importancia justa a sus problemas y hacerles ver que vas a intentar hacer todo lo que esté a tu alcance para intentar solventar su dolencia. La empatía no se aprende en los libros, sino en el día a día, y por eso esta profesión, por encima de los adelantos técnicos, seguirá constituyendo, para quien la ame, un desafío nuevo cada mañana. Ello te ayuda a relativizar lo que sabes, y sobre todo, el secreto para querer seguir aprendiendo lo que aún no has aprendido.
-¿Le gustó a tu padre la especialidad que elegistes?
-A él le hubiera gustado que yo hubiese seguido la tradición familiar de ginecólogos, pero siempre respetó mi decisión de dedicarme a otra rama de la medicina. Es una persona generosa y respetuosa con las decisiones personales de cada cual, aunque no las comparta. Es excepcional en todos los sentidos.
-¿Practicas algo de él?
-Mi padre venía de una cultura del esfuerzo, de la austeridad y de la satisfacción por el trabajo bien hecho, valores bastante extendidos en la generación de españoles de la postguerra, y que de alguna forma yo reconozco ahora integrados en mi propio código. Era de origen humilde. Su mayor ilusión y empeño ha sido que sus hijos (mi hermana y yo) pudieran sortear con mayores facilidades las dificultades que él tuvo que afrontar, guardando siempre un equilibrio entre que no nos faltase de nada y que conociésemos, desde muy jóvenes, el valor de las cosas y lo que cuesta conseguirlas
-¿Qué has aprendido de tus maestros?
-Destacaría, tanto en la medicina como en la pintura, la generosidad y la humildad como las dos cualidades por las que les estoy más agradecido. La generosidad de compartir lo que saben, sin ocultar para sí los trucos y los matices; la generosidad de procurar atender a los pacientes de igual forma a las 9 de la mañana que a las 9 de la noche; la humildad de reconocer que nunca se termina de aprender; la humildad de aceptar y sacar enseñanza de los errores propios…
-Los acuarelistas de Andalucía te han elegido su presidente. ¿Es que son  sanos que fueron enfermos tuyos?
No, afortunadamente no. Como otros colectivos, necesitaban un recambio generacional, y yo, literalmente, “pasaba por allí”. Tal vez les haya seducido la pasión que intento poner en todo lo que hago, pero soy consciente de mis limitaciones, que son muchas y variadas. Presido una agrupación de aficionados (“amateurs”) de la acuarela, y no de profesionales de la acuarela, por lo que, en mi opinión, lo más importante es contribuir a crear un espacio no excluyente, donde se sientan a gusto tanto los acuarelistas de trayectoria dilatada y técnica depurada como los que se están iniciando. En segundo lugar, esta tarea no sería posible sin el equipo que me rodea, que es magnífico.
-¿Te deja pintar la práctica de la medicina?
-Más que dejarme, me lo exige, por ser, más que una profesión, una forma entender la vida tan apasionante que tiende a acaparar las 24 horas del día si no le pones límites. Nunca he creído en la medicina de 8 a 15 horas, y reconozco que, a veces, me resulta difícil desconectar de los problemas de los pacientes, del diagnóstico que no termina de cuadrar o del tratamiento que no acaba de tener el efecto esperado… Por este motivo la pintura constituye para mí un espacio de  liberación emocional y mental, donde puedo dar rienda suelta a la parte más creativa de mi cerebro, que todos tenemos y que es necesario desarrollar en armonía con otras áreas más racionales y rígidas.
-¿Cómo pintarías el dolor?
Interesante pregunta procediendo de un pintor abstracto. Tal vez no haya una única representación pictórica del dolor, como no existe un único tipo de dolor. El dolor cólico, como algo salomónicamente retorcido y barroco; el dolor neuropático, con un color apagado, como una mala aguada con más poso que transparencia…. Sin lugar a dudas, intuyo que el dolor más difícil de pintar debe de ser el dolor del alma…