domingo, 3 de junio de 2012

Paco Anglada. Adiós

Paco Anglada con Loli, su esposa.
Él no lo esperaba. Horas antes de fallecer cenó a gusto y bien, conversó con sus hijos y bromeó con las enfermeras que le atendían aquella noche en el hospital. Había ingresado cinco días antes y pensaba permanecer allí poco tiempo porque le aguardaba  el trabajo en el Arzobispado y en su parroquia, según me ha contado un buen amigo suyo: Antonio Salud, que lloró en el tanatorio durante el funeral y echó en falta a los periodistas. “No vi a ninguno, con tantos como hay ahora. Es incomprensible que merezca esto un hombre tan ejemplar y cumplidor como fue Paco Anglada”.
-¿Cómo supiste la noticia?
-Me avisó uno de sus hijos.
Pensé en aquello del poeta: La verdad lo primero, se la comerán los lobos si la dejamos para luego. A muchos nos ha sorprendido su muerte hasta el punto de que se nos ha escapado la noticia. No la tristeza.
Tiene razón Antonio Salud. En estos momentos la Asociación de la Prensa de Sevilla tiene más asociados que nunca: supera los novecientos. En 1965, por ejemplo, contaba sólo con cuarenta y cinco. Uno de ellos era Paco Anglada que trabajaba en El Correo de Andalucía con diez compañeros más. Ya no están entre nosotros (Montoto, Requena, “Gelán”, García Pesquera, Rubio, Murga, Pedregal, Gómez Martín y Ferreira).
Pronunciar su nombre es recordar, sobre todo, los buenos momentos. Era una persona seria con sentido del humor.

Cuando trabajaba en Radio Nacional en los años sesenta, el director, que se apellidaba Hidalgo Nieto, le encomendó una tarea extra, sin dejar de ejercer sus funciones de Jefe de Programación: “Ojo, con el programa semanal de Dulce del Moral. Respétele el contenido de sus guiones, pero modifíquele la forma para evitar que emita consignas y mensajes”.
El programa trataba de animales y plantas, porque esta señora pertenecía a la Sociedad Protectora de Animales y Plantas y a la Liga Internacional de Protección al Caballo. El Jefe de Programación no sospechaba de ella, pero el director de la emisora sí, porque Dulce era socialista y esposa de Ventura Castelló.
“Aquel director de Radio Nacional tenía buen corazón”, me contó Paco Anglada. “Hasta el punto de que sabedor de lo poco que ganaba la mujer que hacía la limpieza en la emisora ideó un sistema para que pudiera obtener unas pesetas más pues era madre de una niña. Hizo que figurase en la lista de colaboradores de los programas que se emitían en lengua extranjera, aunque la pobre señora era analfabeta”. Nos reíamos contagiosamente.
Anglada era la enciclopedia encuadernada en piel más hojeada cuando trabajaba como subdirector de “Nueva Andalucía”.
-Paco ¿Indira Gandhi era hija de Gandhi? (No, contestaba él. Era discípula suya. El padre se llamaba Nehru).
-Paco, ¿cómo se llama el arzobispo de Brasil que se encara con el gobierno de su país? (Helder Cámara, respondía amablemente).
Una de las últimas veces que lo vi me dijo: “Sé que figuras en una de las candidaturas a la Junta de la Asociación de la Prensa. Me enteré en un supermercado”. “Paco, no está mal que suene uno entre las cosas de comer”. Y le pregunté: ¿Qué aconsejarías a los que ganen? “Que no se sirvan nunca de sus cargos, sino que a través de ellos, estén siempre al servicio de los asociados”. No te pido el voto, porque, aunque somos grandes amigos, tu conciencia te dicta que no me lo vas a dar. Sonrió.
Anglada nunca se cansaba de ayudar. Siempre discreto. Hasta el final. Era un hombre de fe. Se ha ganado con creces el silencio de Dios. Aquí deja su obra bien hecha: su familia, sus huellas y sus amigos.