Paco Anglada con Loli, su esposa. |
Él no lo esperaba. Horas antes de fallecer
cenó a gusto y bien, conversó con sus hijos y bromeó con las enfermeras
que le atendían aquella noche en el hospital. Había ingresado cinco
días antes y pensaba permanecer allí poco tiempo porque le aguardaba
el trabajo en el Arzobispado y en su parroquia, según me ha contado un
buen amigo suyo: Antonio Salud, que lloró en el tanatorio durante el
funeral y echó en falta a los periodistas. “No vi a ninguno, con tantos
como hay ahora. Es incomprensible que merezca esto un hombre tan
ejemplar y cumplidor como fue Paco Anglada”.
-¿Cómo supiste la noticia?
-Me avisó uno de sus hijos.
Pensé en aquello del poeta: La verdad lo primero, se la comerán los lobos si la dejamos para luego. A muchos nos ha sorprendido su muerte hasta el punto de que se nos ha escapado la noticia. No la tristeza.
Tiene razón Antonio Salud. En estos momentos la Asociación de la Prensa de Sevilla tiene más asociados que nunca: supera los novecientos. En 1965, por ejemplo, contaba sólo con cuarenta y cinco. Uno de ellos era Paco Anglada que trabajaba en El Correo de Andalucía con diez compañeros más. Ya no están entre nosotros (Montoto, Requena, “Gelán”, García Pesquera, Rubio, Murga, Pedregal, Gómez Martín y Ferreira).
Pronunciar su nombre es recordar, sobre todo, los buenos momentos. Era una persona seria con sentido del humor.
-¿Cómo supiste la noticia?
-Me avisó uno de sus hijos.
Pensé en aquello del poeta: La verdad lo primero, se la comerán los lobos si la dejamos para luego. A muchos nos ha sorprendido su muerte hasta el punto de que se nos ha escapado la noticia. No la tristeza.
Tiene razón Antonio Salud. En estos momentos la Asociación de la Prensa de Sevilla tiene más asociados que nunca: supera los novecientos. En 1965, por ejemplo, contaba sólo con cuarenta y cinco. Uno de ellos era Paco Anglada que trabajaba en El Correo de Andalucía con diez compañeros más. Ya no están entre nosotros (Montoto, Requena, “Gelán”, García Pesquera, Rubio, Murga, Pedregal, Gómez Martín y Ferreira).
Pronunciar su nombre es recordar, sobre todo, los buenos momentos. Era una persona seria con sentido del humor.
Cuando
trabajaba en Radio Nacional en los años sesenta, el director, que se
apellidaba Hidalgo Nieto, le encomendó una tarea extra, sin dejar de
ejercer sus funciones de Jefe de Programación: “Ojo, con el programa
semanal de Dulce del Moral. Respétele el contenido de sus guiones, pero
modifíquele la forma para evitar que emita consignas y mensajes”.
El
programa trataba de animales y plantas, porque esta señora pertenecía a
la Sociedad Protectora de Animales y Plantas y a la Liga Internacional
de Protección al Caballo. El Jefe de Programación no sospechaba de
ella, pero el director de la emisora sí, porque Dulce era socialista y
esposa de Ventura Castelló.
“Aquel director de Radio Nacional tenía
buen corazón”, me contó Paco Anglada. “Hasta el punto de que sabedor de
lo poco que ganaba la mujer que hacía la limpieza en la emisora ideó un
sistema para que pudiera obtener unas pesetas más pues era madre de una
niña. Hizo que figurase en la lista de colaboradores de los programas
que se emitían en lengua extranjera, aunque la pobre señora era
analfabeta”. Nos reíamos contagiosamente.
Anglada era la enciclopedia encuadernada en piel más hojeada cuando trabajaba como subdirector de “Nueva Andalucía”.
-Paco ¿Indira Gandhi era hija de Gandhi? (No, contestaba él. Era discípula suya. El padre se llamaba Nehru).
-Paco, ¿cómo se llama el arzobispo de Brasil que se encara con el gobierno de su país? (Helder Cámara, respondía amablemente).
Una
de las últimas veces que lo vi me dijo: “Sé que figuras en una de las
candidaturas a la Junta de la Asociación de la Prensa. Me enteré en un
supermercado”. “Paco, no está mal que suene uno entre las cosas de
comer”. Y le pregunté: ¿Qué aconsejarías a los que ganen? “Que no se
sirvan nunca de sus cargos, sino que a través de ellos, estén siempre
al servicio de los asociados”. No te pido el voto, porque, aunque somos
grandes amigos, tu conciencia te dicta que no me lo vas a dar. Sonrió.
Anglada
nunca se cansaba de ayudar. Siempre discreto. Hasta el final. Era un
hombre de fe. Se ha ganado con creces el silencio de Dios. Aquí deja su
obra bien hecha: su familia, sus huellas y sus amigos.