miércoles, 13 de junio de 2012

El arzobispo de Sevilla prohibió la circulación de un perol

Portada de "Brujería y
Magia", obra de José
Rafael Abascal
“Observe esta semilla con la efigie de Pío XII grabada en su interior. Es tan dura como una piedra. Me la trajo un misionero del Brasil. Me aseguró que si una persona enferma frota sus manos en la semilla se pone buena”.
-¿Lo ha probado usted? pregunté al abogado y escritor José Rafael Abascal Sáinz de la Maza.
-Lo haré la próxima vez que me constipe en vez de tomarme una aspirina.
-Usted es tan irónico como aquel crítico de arte que cuando se rumoreó que a Pío XII se le había aparecido Jesucristo, preguntó de qué escuela pictórica era el aparecido.
En las paredes del despacho de este abogado había colgados 30 relojes en silencio. No los ponía en marcha por temor a que los vecinos le denunciaran. Colecciona maquetas de coches antiguos anteriores al año 1926. Posee un centenar. Su biblioteca consta de  más de 15.000 volúmenes.
-¿Y esa campana tan reluciente?
-Tiene 300 años de antigüedad.
-Para tanta edad no presenta signos de desgaste.
-Pues procede de un tribunal de la Inquisición.
Estos datos invitan a continuar haciendo el inventario de sus pertenencias más visibles. --¿Esa otra?
-Es irlandesa. Sonaba para anunciar al pueblo que había fuego.
-¿De qué es esa pipa?
-De espuma de mar. Me la trajeron de Sudán. Tiene una cabeza de león y en la mollera del animal se mete el tabaco.

-¿La otra?
-Es para fumar dos personas a la vez. El lado más alejado del fuego es para la mujer, el otro, para el hombre. Dicen que se establece un vínculo espiritual extraordinario entre ellos.
-¿La usa usted?
-Esta pipa reposa castamente en mi mesa.
-¿Sabe echar las cartas?
-No.
-¿Se las han echado?
-Nunca.
-¿Cree en esto?
-Todo es una autentica fantasía. Pero me consta que en Sevilla acuden más de 15.000 personas a las echadoras de cartas. Hay unas veinte que son expertas y magníficas psicólogas, que viven exclusivamente de su menester.
José Rafael Abascal cuenta que en el siglo XIX existió en Sevilla un pequeño perol mágico, con una sencilla historia. Fue un pobre a pedir a una casa. La dueña le sirvió comida en un perol. Se la comió y cuando se lo devolvió le dijo que cualquier enfermo que comiera en ese perol se curaría. El perol llegó a ser tan importante entre las familias sevillanas que circulaba de casa en casa cuando había en ellas alguna persona enferma.
-¿Hubo caso de curaciones?
-Sí, hasta el punto de que intervino la medicina local de la época a través de dos revistas especializadas que tomaron partido en contra de la cuestión.
-¿Se pronunció la Iglesia?
-Al desarrollarse en torno al perol una superstición enorme, el arzobispo de Sevilla prohibió la circulación del perol el 26 de octubre de 1880. Se puede decir que el modesto perol sevillano fue fiel heredero de la lámpara de Aladino para los enfermos.
-¿Cree usted en la magia?
-Para mí la magia tiene un valor meramente sociológico. Yo en lo que creo es en la angustia del hombre. ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué sufren los demás? De todos modos, la magia es una versión de la angustia humana.