viernes, 18 de mayo de 2012

Un marido inoportuno

No  acostumbra a leer la lista de exportaciones de agrios para saber si figura algún amigo suyo. Lo más agrio que leía el periodista Julio Martínez Velasco era la política internacional y los “Premios limón”, porque cuando charlamos aun no había salido por la ventanilla del escándalo la palabra Bankia.
Coincidiendo con una Feria del Libro de hace años me dijo que él  no prohibiría  a los vegetarianos que leyeran obras encuadernados en piel.  Al contrario. Se los recomendaría encuadernadas en piel de cerdo. Y hablando de animales, no espera que algún día las cebras se pongan el traje al revés. Pero reconoce que su mayor ilusión es encontrarse alguna vez con una cebra a cuadros “Príncipe de Gales”.
Sin rozar demasiado la indiscreción, me entero que se sabe con pelos y señales la primera aventura de don Juan. Así transcurrió:
-Una noche del siglo XVI un alguacil ve de lejos a una pareja que está haciendo el amor en una callejuela oscura del Barrio de Santa Cruz. En un primer momento pensó cumplir con su deber de detenerlos para mandar a él a galeras y a ella a un correccional, pero se complace en ser  testigo silencioso del hecho.

-¿Presenció el competitivo final?
-No, porque descubre que ella era su mujer.
-¿Cómo?
-Tenía una verruga velluda en la teta izquierda.
-¿Qué desconocía el alguacil de su esposa?
-Su alta temperatura.
-¿Y de él?
-Que era un jovenzuelo de dieciséis años que se llamaba don Juan y que empezó pronto para aportar datos a Tirso de Molina y a Zorrilla, aunque en su primera aventura no le dio tiempo a comerse una rosca, porque fue interrumpido por un marido inoportuno.
(Este es el argumento de una obra teatral de Julio Martínez Velasco que recibió el I Premio Rómulo y Remo de teatro breve. Los finalistas fueron Hermogenes Sainz, actual guionista de cine y televisión, y Rodolfo Hernández, Premio Nacional de Teatro Lope de Vega en 1971 por su obra “Tal vez un prodigio.”)