“Primero vamos a subir a los astilleros que están en la azotea, en una
pequeña habitación. Después bajaremos a mi piso para que vea mi “Juan
Sebastián Elcano” porque es el barco que he hecho con más cariño. Está
en el dormitorio que fue de mi hijo Joaquín”, me indicó con tristeza
Mario Emilio López García. Ya en los astilleros oímos la voz de su
esposa. “¿Quieren que les suba café? Está recién hecho”.
Mario Emilio vivía en la calle Pelay Correa, número 52. Sus barcos en miniatura han echado anclas en muchas casas de Sevilla. Los vendía o los regalaba. Estaba jubilado. Cuando era joven se encerraba, casi todas las tardes, en la cabina, medio insonorizada, del periódico “El Liberal” y esperaba que sonase el teléfono. Al oír la llamada descolgaba el auricular sin curiosidad porque sabía que era la voz del redactor jefe del diario, Joaquín López San Miguel, su padre. Este se encontraba a escasos metros del hijo y le dictaba una crónica atrasada para que la tomase taquigráficamente. Después la veía para comprobar si el alumno progresaba. Logró que a los nueve meses su hijo escribiese tan de prisa como él hablaba.
Mario Emilio vivía en la calle Pelay Correa, número 52. Sus barcos en miniatura han echado anclas en muchas casas de Sevilla. Los vendía o los regalaba. Estaba jubilado. Cuando era joven se encerraba, casi todas las tardes, en la cabina, medio insonorizada, del periódico “El Liberal” y esperaba que sonase el teléfono. Al oír la llamada descolgaba el auricular sin curiosidad porque sabía que era la voz del redactor jefe del diario, Joaquín López San Miguel, su padre. Este se encontraba a escasos metros del hijo y le dictaba una crónica atrasada para que la tomase taquigráficamente. Después la veía para comprobar si el alumno progresaba. Logró que a los nueve meses su hijo escribiese tan de prisa como él hablaba.
-¿Quería usted ser periodista?
-No, pero como mi padre vio en mí pocas ganas de estudiar, me dijo que
me hiciera taquígrafo, que entonces era el primer paso para colocarse
en un periódico, pero, ya sabe, cerraron “El Liberal” y mi padre se
tuvo que colocar en una fábrica de ladrillos. Allí se jubiló y murió
muy mayor.
-¿Qué le contó su padre del periódico?
-Que cuando aun no habían entrado las tropas nacionales en Sevilla, el
gobernador civil dijo al director del periódico que se pusiera a sus
órdenes porque quería que en los talleres del diario se imprimieran
unas octavillas para lanzarlas en Marruecos. El director le respondió:
“Tome las llaves del periódico, pero sepa que en mi persona mando yo”.
Desde la azotea se ve la torre de la parroquia de Santa Ana. Le
pregunto si está muy cerca de la iglesia. “¿No ve que la tengo en
frente?” contesta. Y añade: “Si se refiere a la proximidad espiritual,
estoy más bien lejos. Creo, pero no en los hombres”.
Bajamos a la habitación donde se encontraba la reproducción del “Juan
Sebastián Elcano” realizada por Mario Emilio en cinco años. Tiene de
eslora setenta y cinco centímetros. Dedicó a este menester 1.203 horas.
-¿Sin interrumpir la tarea?
-Paré cuando mi hijo Joaquín enfermó. Algo horrible. Le quitaron
dieciocho quistes cancerosos del cuello y le aparecieron otros en la
laringe y en el pulmón. Se fue en cinco meses.
Mario Emilio López nunca había embarcado, pero soñaba con mares.