martes, 1 de mayo de 2012

Los días más logrados del periodista Federico Villagran

Gafas negras para superar los controles ajenos y gorra de marino, de la que no se desprende fácilmente Federico Villagran. Así lo vi y abracé en el edificio de la antigua Audiencia de Sevilla. Estaba a la espera de escuchar sentencia. Un sentencia a su favor, dictada por el tiempo, ese tribunal sin togas ni prisas.
El paso de Villagran por El Correo de Andalucía en los años setenta le había hecho merecedor de un sincero homenaje que también recibieron otros admirados periodistas. El acto fue una generosidad de la asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática”. Aun me resuenan las palabras que Mercedes de Pablos dedicó con su voz acogedora a cada homenajeado: Fue un periodista sin mordaza.
-¿Cuando te sentiste víctima de la intolerancia?"
-Siempre durante el franquismo.
-¿Te sueles poner nostálgico cuando menos lo piensas?
-Sí. Demasiadas veces.
-¿Has tenido que defenderte de la hipocresía ajena?"
-En ocasiones, pero no muchas.
-¿Qué no sabemos de ti?
-Ni idea. Tampoco creo que valga la pena. A mi el azar me regaló la ocasión de ser, en contadas ocasiones, protagonista de cosas. Lo ocurrido está ahí. Todo, lo recordable y lo muchísimo olvidable, fue cosa del azar. Siempre el azar que nos condiciona, desde nuestros genes hasta el lugar y el momento en que nos hundiremos, como decía Alberti, en "ese golfo de sombras" que nos espera.

-Querido Federico ¿qué cosas o hechos te siguen produciendo curiosidad?
-Decía Bernard Shaw que el único hombre inteligente que conocía era su sastre, porque siempre que volvía a verle le tomaba nuevas medidas. Yo no soy el de entonces. Casi no leo y sí, mucho, releo. He vuelto a redescubrir a Baroja, a Azorín, a Cervantes, a Marañón...Veo mucho documental en la tele y mato el tiempo -o espero que el tiempo me mate- con Internet. Mi curiosidad está hoy en la Astronomía, en la Cosmología, los agujeros negros, el espacio curvo, la teoría de las cuerdas y esas cosas.
-¿Cómo eres ahora?
-Ni idea. Tal vez alguien a quien le gusta aparecer ante los demás un poco por encima de lo que es. No tengo mucha estima por mi vida pasada. Como el personaje principal de "La lista Schlinder", cuando al final los judíos supervivientes le entregan un recuerdo de oro, rompe a llorar y exclama "Podía haber hecho más, muchísimo más", yo ahora pienso igual, aunque me trague las lágrimas y no me eche a llorar.
-¿De verdad que no sabes cómo eres?
-La verdad, no lo sé. O quien sabe si es que me bloqueo y no quiero saberlo, para así no tener que avergonzarme, aún más de que ya me avergüenzo, por las cosas que no me agrada recordar y por las muchas que imagino debí hacer y no las intenté.
-¿Recuerdas lo que nos enseñaste a los que trabajábamos en El Correo de Andalucía cuando tú lo dirigías?
-¿Enseñar yo? Aprender y mucho. De José María Requena la inigualable gracia de su prosa; del inolvidable Javier Smith la ponderación y el saber decir lo contrario que escribía; del cura Chinarro, su valentía; de ti, tu enorme capacidad de trabajo y de preguntar lo que querías que te dijeran... sin preguntarlo; de Uceda, lo que nunca se debe hacer y que yo toleré mirando hacia otro lado y que es hoy, seguramente, el mayor remordimiento que tengo en mi ya larguísima vida. Y no sigo. Experimento demasiado dolor.
-¿Dime tu día más logrado en el periodismo?
-Así, de pronto, me vienen varios a la mente. Quizá, el primer reportaje que hice apenas llegado a Madrid. Ví una breve notita en un rincón de las páginas de nacional del "Arriba". Hablaba de unas pruebas realizadas del nuevo fusil "Cetme" en el polígono de tiro del INI, ante gente venida de la Alemania Federal.
-¿Qué era aquello?
-No tenía ni idea, como la inmensa mayoría de los españoles, de lo que era "Cetme”. Yo había hecho recientemente el servicio militar con el “Mauser". Investigué. Allí había reportaje. Se lo ofrecí al redactor-jefe de "El Español", semanario de la Dirección General de Prensa muy ligado a la Escuela Oficial de Periodismo. "¡Adelante!", me contestó.
Federico Villagrán entrevistó al alemán que dirigía una fábrica del mencionado “Cetme” en Madrid. Consiguió que el nazi le reconstruyera de memoria los planos del nuevo fusil. Se enteró de por qué Hitler, que llegó a tenerlo bastante desarrollado, no pudo emplearlo en la II Guerra Mundial. Entrevistó también a los técnicos de la Alemania Federal que habían venido a España para informar después a Hitler si era posible incorporar el “Cetme” a sus Fuerzas Armadas. Todo esto lo contó en la única publicación de nuestro país que no pasaba por censura: “El .Español”. El reportaje, que salió a la luz tal como él lo escribió, fue objeto de peligroso debate en el Consejo de Ministros.
-¿Qué piensas ahora de aquello?
-Me agrada pensar (a lo peor estoy equivocado) que por vez primera en nuestro país, y tal vez en el mundo, se habló del “Cetme” y de todo lo que te he contado alrededor de este fusil.
-¿Qué había pretendido el Instituto Nacional de Industria?
-Dar a los alemanes la impresión de que en España se informaba de todo, de que casi había en nuestro país libertad de prensa... Por eso envió la breve notita que publicó "Arriba". Y cayó en su propia trampa ya que una vez que yo entrevisté al nazi y a los técnicos alemanes no había vuelta atrás.
Otro reportaje suyo, publicado igualmente en “El Español” también provocó enfrentamientos en el Consejo de Ministros, porque trató el tema de las bases y demás establecimientos militares de EE.UU. en España. Villagrán se enteró de que toda una planta del Ministerio del Aire (hoy Cuartel General del Ejército del Aire) estaba ocupada por militares norteamericanos. Allí se presentó y logró entablar conversación con un oficial que hablaba español. De pronto, ante el asombro del periodista, el oficial comenzó a entregarle planos, fotos, textos en ciclostil de Torrejón, Zaragoza, Morón, Rota, de los numerosos puestos con pantallas de radar y de observación terrestre y marítima, etc, en toda la Península, Baleares y Canarias.
-¿Cómo te recibieron en el periódico con una información tan valiosa?
-El redactor jefe, Florentino Soria, estaba aterrorizado ante todo aquello que tenía que estar considerado por los cenutrios de los generales españoles como Alto Secreto Militar (como si los espías soviéticos en España, en plena guerra fría, fuesen memos). Florentino Soria, que en el fondo de su alma amaba la libertad -aunque tuviera que ganarse los garbanzos trabajando con artículos anodinos, indiferentes o laudatorios con el Régimen- no me dejó publicar todo aquello, pero sí bastante.
-Seguiremos hablando porque sé que tú, que no eres hombre de lágrima fácil, has llorado en tus mejores tiempos de periodista… ¿Me lo contarás?
-Bien. Otro de mis días "más logrados en el periodismo" lo viví contigo: fue -¿para qué recordártelo?- la mañana en que apareció "El Correo" con tu entrevista a "Isidoro", desde entonces ya "Felipe González".