Gafas
negras para superar los controles ajenos y gorra de marino, de la que
no se desprende fácilmente Federico Villagran. Así lo vi y abracé en el
edificio de la antigua Audiencia de Sevilla. Estaba a la espera de
escuchar sentencia. Un sentencia a su favor, dictada por el tiempo, ese
tribunal sin togas ni prisas.
El paso de Villagran por El Correo de Andalucía en los años setenta le había hecho merecedor de un sincero homenaje que también recibieron otros admirados periodistas. El acto fue una generosidad de la asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática”. Aun me resuenan las palabras que Mercedes de Pablos dedicó con su voz acogedora a cada homenajeado: Fue un periodista sin mordaza.
-¿Cuando te sentiste víctima de la intolerancia?"
-Siempre durante el franquismo.
-¿Te sueles poner nostálgico cuando menos lo piensas?
-Sí. Demasiadas veces.
-¿Has tenido que defenderte de la hipocresía ajena?"
-En ocasiones, pero no muchas.
-¿Qué no sabemos de ti?
-Ni idea. Tampoco creo que valga la pena. A mi el azar me regaló la ocasión de ser, en contadas ocasiones, protagonista de cosas. Lo ocurrido está ahí. Todo, lo recordable y lo muchísimo olvidable, fue cosa del azar. Siempre el azar que nos condiciona, desde nuestros genes hasta el lugar y el momento en que nos hundiremos, como decía Alberti, en "ese golfo de sombras" que nos espera.
El paso de Villagran por El Correo de Andalucía en los años setenta le había hecho merecedor de un sincero homenaje que también recibieron otros admirados periodistas. El acto fue una generosidad de la asociación “Memoria, Libertad y Cultura Democrática”. Aun me resuenan las palabras que Mercedes de Pablos dedicó con su voz acogedora a cada homenajeado: Fue un periodista sin mordaza.
-¿Cuando te sentiste víctima de la intolerancia?"
-Siempre durante el franquismo.
-¿Te sueles poner nostálgico cuando menos lo piensas?
-Sí. Demasiadas veces.
-¿Has tenido que defenderte de la hipocresía ajena?"
-En ocasiones, pero no muchas.
-¿Qué no sabemos de ti?
-Ni idea. Tampoco creo que valga la pena. A mi el azar me regaló la ocasión de ser, en contadas ocasiones, protagonista de cosas. Lo ocurrido está ahí. Todo, lo recordable y lo muchísimo olvidable, fue cosa del azar. Siempre el azar que nos condiciona, desde nuestros genes hasta el lugar y el momento en que nos hundiremos, como decía Alberti, en "ese golfo de sombras" que nos espera.
-Querido Federico ¿qué cosas o hechos te siguen produciendo curiosidad?
-Decía
Bernard Shaw que el único hombre inteligente que conocía era su sastre,
porque siempre que volvía a verle le tomaba nuevas medidas. Yo no soy
el de entonces. Casi no leo y sí, mucho, releo. He vuelto a redescubrir
a Baroja, a Azorín, a Cervantes, a Marañón...Veo mucho documental en la
tele y mato el tiempo -o espero que el tiempo me mate- con Internet. Mi
curiosidad está hoy en la Astronomía, en la Cosmología, los agujeros
negros, el espacio curvo, la teoría de las cuerdas y esas cosas.
-¿Cómo eres ahora?
-Ni
idea. Tal vez alguien a quien le gusta aparecer ante los demás un poco
por encima de lo que es. No tengo mucha estima por mi vida pasada. Como
el personaje principal de "La lista Schlinder", cuando al final los
judíos supervivientes le entregan un recuerdo de oro, rompe a llorar y
exclama "Podía haber hecho más, muchísimo más", yo ahora pienso igual,
aunque me trague las lágrimas y no me eche a llorar.
-¿De verdad que no sabes cómo eres?
-La
verdad, no lo sé. O quien sabe si es que me bloqueo y no quiero
saberlo, para así no tener que avergonzarme, aún más de que ya me
avergüenzo, por las cosas que no me agrada recordar y por las muchas
que imagino debí hacer y no las intenté.
-¿Recuerdas lo que nos enseñaste a los que trabajábamos en El Correo de Andalucía cuando tú lo dirigías?
-¿Enseñar
yo? Aprender y mucho. De José María Requena la inigualable gracia de su
prosa; del inolvidable Javier Smith la ponderación y el saber decir lo
contrario que escribía; del cura Chinarro, su valentía; de ti, tu
enorme capacidad de trabajo y de preguntar lo que querías que te
dijeran... sin preguntarlo; de Uceda, lo que nunca se debe hacer y que
yo toleré mirando hacia otro lado y que es hoy, seguramente, el mayor
remordimiento que tengo en mi ya larguísima vida. Y no sigo.
Experimento demasiado dolor.
-¿Dime tu día más logrado en el periodismo?
-Así,
de pronto, me vienen varios a la mente. Quizá, el primer reportaje que
hice apenas llegado a Madrid. Ví una breve notita en un rincón de las
páginas de nacional del "Arriba". Hablaba de unas pruebas realizadas
del nuevo fusil "Cetme" en el polígono de tiro del INI, ante gente
venida de la Alemania Federal.
-¿Qué era aquello?
-No tenía ni
idea, como la inmensa mayoría de los españoles, de lo que era "Cetme”.
Yo había hecho recientemente el servicio militar con el “Mauser".
Investigué. Allí había reportaje. Se lo ofrecí al redactor-jefe de "El
Español", semanario de la Dirección General de Prensa muy ligado a la
Escuela Oficial de Periodismo. "¡Adelante!", me contestó.
Federico
Villagrán entrevistó al alemán que dirigía una fábrica del mencionado
“Cetme” en Madrid. Consiguió que el nazi le reconstruyera de memoria
los planos del nuevo fusil. Se enteró de por qué Hitler, que llegó a
tenerlo bastante desarrollado, no pudo emplearlo en la II Guerra
Mundial. Entrevistó también a los técnicos de la Alemania Federal que
habían venido a España para informar después a Hitler si era posible
incorporar el “Cetme” a sus Fuerzas Armadas. Todo esto lo contó en la
única publicación de nuestro país que no pasaba por censura: “El
.Español”. El reportaje, que salió a la luz tal como él lo escribió,
fue objeto de peligroso debate en el Consejo de Ministros.
-¿Qué piensas ahora de aquello?
-Me
agrada pensar (a lo peor estoy equivocado) que por vez primera en
nuestro país, y tal vez en el mundo, se habló del “Cetme” y de todo lo
que te he contado alrededor de este fusil.
-¿Qué había pretendido el Instituto Nacional de Industria?
-Dar
a los alemanes la impresión de que en España se informaba de todo, de
que casi había en nuestro país libertad de prensa... Por eso envió la
breve notita que publicó "Arriba". Y cayó en su propia trampa ya que
una vez que yo entrevisté al nazi y a los técnicos alemanes no había
vuelta atrás.
Otro reportaje suyo, publicado igualmente en “El
Español” también provocó enfrentamientos en el Consejo de Ministros,
porque trató el tema de las bases y demás establecimientos militares de
EE.UU. en España. Villagrán se enteró de que toda una planta del
Ministerio del Aire (hoy Cuartel General del Ejército del Aire) estaba
ocupada por militares norteamericanos. Allí se presentó y logró
entablar conversación con un oficial que hablaba español. De pronto,
ante el asombro del periodista, el oficial comenzó a entregarle planos,
fotos, textos en ciclostil de Torrejón, Zaragoza, Morón, Rota, de los
numerosos puestos con pantallas de radar y de observación terrestre y
marítima, etc, en toda la Península, Baleares y Canarias.
-¿Cómo te recibieron en el periódico con una información tan valiosa?
-El
redactor jefe, Florentino Soria, estaba aterrorizado ante todo aquello
que tenía que estar considerado por los cenutrios de los generales
españoles como Alto Secreto Militar (como si los espías soviéticos en
España, en plena guerra fría, fuesen memos). Florentino Soria, que en
el fondo de su alma amaba la libertad -aunque tuviera que ganarse los
garbanzos trabajando con artículos anodinos, indiferentes o laudatorios
con el Régimen- no me dejó publicar todo aquello, pero sí bastante.
-Seguiremos
hablando porque sé que tú, que no eres hombre de lágrima fácil, has
llorado en tus mejores tiempos de periodista… ¿Me lo contarás?
-Bien.
Otro de mis días "más logrados en el periodismo" lo viví contigo: fue
-¿para qué recordártelo?- la mañana en que apareció "El Correo" con tu
entrevista a "Isidoro", desde entonces ya "Felipe González".