Archivaba en su
ordenador las conversaciones que había mantenido con teóricos sobre el
liderazgo. Era material del estudio que preparaba sobre los nuevos
líderes empresariales. Su perro no se perdía detalle. Era un bóxer
americano, hijo de campeones. Se llamaba Tao, que en la filosofía
oriental significa principio y fin de todas las cosas. El animal, que
es atigrado, sabe el nombre de su dueño, porque cuando dije a Sánchez
Montes de Oca “oye, Miguel”, lo miró.
El pasado de Tao está lleno de lealtad a su amo, de sabrosos huesos, de cercanía de perras y de árboles con sombra para la urgencia de sus necesidades.
El pasado de Miguel es un conjunto de vulnerabilidades de los cargos que había desempeñado: desde subsecretario del Ministerio de las Regiones hasta secretario general del Instituto de Cooperación Iberoamericana.
-¿Qué has preferido en tu vida, la notoriedad o la popularidad?
-Tú lo deducirás: la primera se adquiere a base de repetición, a base de salir mucho en la prensa, en la radio y en la televisión. La popularidad es la aceptación por los demás de la persona notoria.
El pasado de Tao está lleno de lealtad a su amo, de sabrosos huesos, de cercanía de perras y de árboles con sombra para la urgencia de sus necesidades.
El pasado de Miguel es un conjunto de vulnerabilidades de los cargos que había desempeñado: desde subsecretario del Ministerio de las Regiones hasta secretario general del Instituto de Cooperación Iberoamericana.
-¿Qué has preferido en tu vida, la notoriedad o la popularidad?
-Tú lo deducirás: la primera se adquiere a base de repetición, a base de salir mucho en la prensa, en la radio y en la televisión. La popularidad es la aceptación por los demás de la persona notoria.
-¿Cuándo la reputación de nuestros líderes en general será más autentica?
-En
este país que, por un lado es frío y tremendamente racional y, por
otro lado es desbordadamente sentimental, habría que sentímentalizar
los razonamientos y racionalizar los sentimientos.
-¿La gente de tus veranos es la misma que la de tus inviernos?
-No
tengo amigos de circunstancias. No me interesa tener gente para el
verano, para el éxito, para el triunfo y gente para el momento del
fracaso, de la soledad, de la tristeza.
-¿Sabes olvidar?
-Olvidar
me cuesta mucho, incluso en los casos en que es recomendable el olvido.
Muchas veces he dicho eso de “Olvida, olvida tú por mí que yo no
puedo”.
-¿Recuerdas tus tiempos de profesor en el Instituto Universitario de Ciencias de la Empresa?
-Aquello fue el primer intento que se hizo en España para formar técnicos para las empresas.
-¿De quién fue la idea?
-De
un catedrático con el que siempre estuvo en deuda la Universidad
española: el catedrático Ignacio María de Lojendio, que contó con
cuatro personas esenciales que le ayudaron: Clavero, Añoveros, Miguel
Rodríguez Piñero y Olivencia.
-¿Te viene a la mente algún alumno tuyo?
-En
la Escuela de Arquitectura enseñé “Economía y sociología del
Urbanismo”. Tuve un alumno, Jaime Montaner, que hizo un estudio
precioso de lo que era la frontera entre Triana y Los Remedios.
Explicaba cómo un barrio burgués invadía a un barrio popular,
quitándole la aceptación de su forma de ser por parte de los demás.
-¿Has vivido para muchas condecoraciones?
-Sólo me han concedido una y a mucho orgullo, porque la tengo con Lojendio: La Encomienda de Alfonso X el Sabio.
-¿Fue cuando dijiste que en Sevilla faltaban empresarios y sobraban señoriítos?
-Sí,
por entonces. Pero no me la concedieron por ser político. Me la dio
Olivencia, siendo subsecretario de Educación, al crearse en Sevilla la
Facultad de Ciencias Empresariales.
-¿Entre la mucha gente que conoces hay algún traficante de armas?
-No. Pero he conocido a otros traficantes todavía peores: los que trafican con el miedo, con la ignorancia y con el poder.