El tercero de la foto es José Hormigo, en un mitin en las primeras municipales. Año 1979. |
El hombre ponía la cabeza en la nieve y los pies hacia arriba, atados
con dos cuerdas a un algarrobo. Aquellos días nevaba mucho en Teruel y
España estaba en guerra. El hombre, en esa difícil postura, se quitaba
el dolor de estómago, porque no quería que le llevaran a un hospital ni
a la retaguardia. Luchaba en el frente republicano. Era de El Saucejo
y socialista. Había participado en la guerra de de África. Allí
enfermó por beber en los charcos y por la mala comida. Después fue
jefe de la policía municipal de su pueblo. Lo abandonó en septiembre de
1936 cuando entraron las tropas golpistas. En aquella fecha era padre
de una niña de pecho y de tres niños. El mayor tenía once años. “Los
caciques del pueblo no lo mataron porque, cuando la guerra civil,
impidió que quemaran una iglesia en el Saucejo, pero después lo
mataron de hambre por haber sido Jefe de la Policía Municipal en la
República. Trabajó en el canal de los presos, en una brigada mixta,
formada por presos y por libertos o presos en libertad. Yo, con 14
años, iba a ver a mi padre. Me caían bien aquellas gentes”, me dice
José Hormigo González.
-¿Cuántas novias has tenido?
-He tenido trece novias formales. La última fue Paula, mi esposa.
-Estás muy bien de memoria. ¿Cuántos años en la cárcel?
-Cuatro años dos meses y quince días, según un papel expedido por la prisión de Jaén. Pero, además, en febrero de 1971 estuve una semana en comisaría y diecinueve días en la cárcel, poco después de la caída del comité provincial y del comité de las juventudes del PCE.
-¿Cómo está Santiago Carrillo?
-Anoche hablé con la mujer y me dijo que está mejor pero muy cansado después de la operación. Y como era muy tarde no dejé que me pusieran con él
José Hormigo cuenta que pocos saben que Carrillo estuvo en Sevilla el 10 de agosto de 1932 a parar el golpe de Sanjurjo. Tenía dieciséis años. No me callo lo que me dijo de él: “Al vernos, siempre me recuerda los ricos garbanzos que le preparó Paula, mi mujer, cuando en los 90 comió en mi casa”.
-¿Cómo se portó la Brigada Política Social contigo?
-Estuvieron 79 horas sin parar de darme golpes, o mejor dicho, paraban cuando ellos tenían que recuperar fuerzas. Cuando se iban a comer me dejaban en manos de los “grises”, a los que ordenaban: “que no se siente ni se recueste, tiene que hacer el péndulo”. Ellos me decían: “siéntese que ya se han ido esos hijos de puta”. Y el cabo de la Policía Armada me dijo: “venga que ha venido su esposa con la comida y va a comer como se merece, con tenedor y todos sus avíos”.
-¿Nadie intercedía por ti?
-Sí, el cura don Federico Estudillo. Me llevaron a la cárcel, donde estuve 24 horas que me las pasé durmiendo. Y otra vez a la comisaría. El Jefe de la Brigada Político Social, José Martín, me dio un golpe en las sienes que me tiró redondo al suelo. Dos me cogieron por los pelos y fui arrastrado por un largo pasillo. Cuando me iba recuperando otros dos de la Brigada me daban patadas en las corvas. Ya de pié, sin soltarme de los pelos, estrellaban mi cara contra una máquina de escribir.
-¿Qué recuerdas de tu madre?
-Era bajita, morena, muy guapa y valiente. Era sastra: cosía y cortaba ropa de hombre. Enseñó a leer y escribir a mi padre antes de irse a la guerra de África. Durante la guerra civil cuidó a sus hijos y en la represión franquista fue una mujer digna.
José ha comenzado a escribir su posible tercer libro. Trata sobre Bellavista, donde él vivió más de treinta años. Llegó allí con su madre y sus hermanos para estar cerca de su padre, que ayudaba a convertir en tierras de regadío los latifundios de secano por orden de Franco: la obra hidráulica del Canal del Bajo Guadalquivir o canal de los presos. Por aquellos años miles de de presos trabajaban en la construcción del Valle de los Caídos. Esta obra costó a España más dinero que El Escorial a Felipe II, según algunos historiadores.
-¿Cuántas novias has tenido?
-He tenido trece novias formales. La última fue Paula, mi esposa.
-Estás muy bien de memoria. ¿Cuántos años en la cárcel?
-Cuatro años dos meses y quince días, según un papel expedido por la prisión de Jaén. Pero, además, en febrero de 1971 estuve una semana en comisaría y diecinueve días en la cárcel, poco después de la caída del comité provincial y del comité de las juventudes del PCE.
-¿Cómo está Santiago Carrillo?
-Anoche hablé con la mujer y me dijo que está mejor pero muy cansado después de la operación. Y como era muy tarde no dejé que me pusieran con él
José Hormigo cuenta que pocos saben que Carrillo estuvo en Sevilla el 10 de agosto de 1932 a parar el golpe de Sanjurjo. Tenía dieciséis años. No me callo lo que me dijo de él: “Al vernos, siempre me recuerda los ricos garbanzos que le preparó Paula, mi mujer, cuando en los 90 comió en mi casa”.
-¿Cómo se portó la Brigada Política Social contigo?
-Estuvieron 79 horas sin parar de darme golpes, o mejor dicho, paraban cuando ellos tenían que recuperar fuerzas. Cuando se iban a comer me dejaban en manos de los “grises”, a los que ordenaban: “que no se siente ni se recueste, tiene que hacer el péndulo”. Ellos me decían: “siéntese que ya se han ido esos hijos de puta”. Y el cabo de la Policía Armada me dijo: “venga que ha venido su esposa con la comida y va a comer como se merece, con tenedor y todos sus avíos”.
-¿Nadie intercedía por ti?
-Sí, el cura don Federico Estudillo. Me llevaron a la cárcel, donde estuve 24 horas que me las pasé durmiendo. Y otra vez a la comisaría. El Jefe de la Brigada Político Social, José Martín, me dio un golpe en las sienes que me tiró redondo al suelo. Dos me cogieron por los pelos y fui arrastrado por un largo pasillo. Cuando me iba recuperando otros dos de la Brigada me daban patadas en las corvas. Ya de pié, sin soltarme de los pelos, estrellaban mi cara contra una máquina de escribir.
-¿Qué recuerdas de tu madre?
-Era bajita, morena, muy guapa y valiente. Era sastra: cosía y cortaba ropa de hombre. Enseñó a leer y escribir a mi padre antes de irse a la guerra de África. Durante la guerra civil cuidó a sus hijos y en la represión franquista fue una mujer digna.
José ha comenzado a escribir su posible tercer libro. Trata sobre Bellavista, donde él vivió más de treinta años. Llegó allí con su madre y sus hermanos para estar cerca de su padre, que ayudaba a convertir en tierras de regadío los latifundios de secano por orden de Franco: la obra hidráulica del Canal del Bajo Guadalquivir o canal de los presos. Por aquellos años miles de de presos trabajaban en la construcción del Valle de los Caídos. Esta obra costó a España más dinero que El Escorial a Felipe II, según algunos historiadores.