martes, 3 de abril de 2012

Hombre atónito

A Antonio Mingote le disgustaba haber cambiado poco. Le hubiera gustado haber cambiado más para verse más razonable, más calmoso y haberse hecho una persona mayor, cosa que todavía no había conseguido. De vez en cuando él decía “¡puñetas! y yo conjugo demasiado el verbo haber. Mingote nunca se acordaba de que era humorista. 
Lo que más tenía presente en su memoria era el tabaco. Lo dejó cuando sufrió un infarto y comenzó a trabajar menos y a pasear más en compañía de su mujer. Se llevaba bien con la Administración, en general, porque no tenía el gusto de conocerla. En toda su vida había hecho dos o tres chistes clandestinos, que sólo contó a unos cuantos amigos. 
-¿Qué le pone de mal humor?
-Que me hagan entrevistas. 
-¿Desde que sufrió el infarto? 
-Desde siempre.

-Tendrá sus razones. 
-A todos nos gusta hacer lo que sabemos hacer o lo que creemos que sabemos hacer. Como yo no sé contestar, me pongo de muy mal humor cuando me preguntan. Es cuestión de orgullo.
 -Yo traigo en este folio unas cuantas preguntas por si quiere que sigamos hablando. 
-Léemelas. 
-¿Guardó mucho luto cuando murió…?
-No me hagas esa pregunta. Ten en cuenta que soy militar desde hace muchos años. 
-¿En activo?
-Estoy en la reserva.
 -¿Qué graduación tiene?
-Soy comandante. 
-A ver si tiene respuesta esta otra: ¿Le supone renunciar a muchas cosas el ser fiel a su periódico? 
-No, porque ABC es un periódico liberal como yo. 
(Conversé con él en el Hotel Alfonso XIII. Dibujó la cara de un hombre amordazado y me lo dedicó. Lo interpreté como un homenaje a la libertad de prensa. Había venido a Sevilla a la presentación nacional de su obra “Hombre atónito”)