miércoles, 18 de abril de 2012

El cambio ético

El padre José María Martín Patino tenía treinta y cinco años cuando recibió en Comillas una carta de Oviedo. La firmaba el arzobispo Vicente Enrique y Tarancón. Le comunicaba que era un seguidor de los artículos que escribía en la revista “Sal terrae” y que deseaba hablar con él pues podrían colaborar juntos. Le expresaba también que tenía la impresión de que coincidían en bastantes cosas.
El padre Martín Patino se trasladó a Oviedo para ver al arzobispo. Durante el viaje se preguntó “¿cómo debo tratar a este hombre?” “¿de excelencia?” “¿de ilustrísima?”
Cuando entró en el despacho del prelado le encajó: “¿cómo está su excelencia?” El arzobispo miró debajo de su mesa y de las sillas y dijo a su joven visitante: “Aquí no hay ninguna excelencia que yo sepa. Creo que podemos hablarnos de usted”. El padre Martín Patino respondió: “usted puede hablarme de tú”. Tarancón le confesó:”yo respeto mucho a los religiosos y además soy tímido. Prefiero hablarle de usted”.

Era la primera de los cientos de conversaciones que tendrían a lo largo de los años.
-¿Estaba usted fichado?
-Tenía fichas policiales y cuando ya en plena democracia me las entregaron, descubrí que eran unos folios que contenían mis conversaciones telefónicas.
-¿Le consideraba el régimen franquista un peligro?
-No. Más bien como un hombre puente en determinadas ocasiones.
-¿Se refiere a cuando el gobierno de Franco intentó expulsar de España a monseñor Añoveros o a cuando la cárcel de Zamora estaba llena de curas?
-Ni lo uno ni lo otro fueron los problemas más importantes de la Iglesia. Ambos casos eran la representación escénica de lo que salía a la opinión pública.
-¿Había diálogo entre la Iglesia y el dictador?
-Estábamos en discrepancia, pero existía un diálogo muy franco que llegó a suavizar problemas de fondo.
-¿A qué le suena la Cuesta de las Perdices?
-Allí hay unas religiosas que en ocasiones nos dieron de comer a determinadas personas pero fue una época muy breve.
-¿Dónde transcurrió la época larga?
-En un convento de religiosas donde yo era capellán, en el barrio metropolitano, junto al antiguo campo del atleti de Madrid. Allí se realizaron las entrevistas más importantes antes de la muerte de Franco y durante la elaboración de la Constitución, con casi todas las fuerzas políticas de izquierda y de derecha.
-¿Sobre qué intrigaban?
-Hablábamos. Nosotros expresábamos cuál era el parecer de la Iglesia y ellos nos explicaban sus problemas y sus inquietudes sobre ella. Los sectores más sensibilizados con la realidad pastoral estaban decididos a defender las libertades y los derechos humanos.
-¿Una de sus grandes curiosidades de entonces a nivel personal?
-Sentí curiosidad por seguir el Congreso de Suresne y mucha más por conocer a “Isidoro”, porque una de mis características es dialogar con los que no piensan como yo.
-¿Lo logró?
-Sí. Gracias a un amigo de él y mío: Jesús Aguirre, duque de Alba.
El encuentro se produjo con mucho sigilo. Llevaron al padre Martín Patino a una urbanización periférica de Madrid y después de diversos controles se encontró a solas con Felipe González y tomaron un güisqui. Hablaron de los puntos comunes de la Iglesia y el PSOE  en orden al restablecimiento de las libertades democráticas y de los derechos fundamentales. La conversación resultó instructiva y agradable.
-¿Qué sabía usted de “Isidoro” antes de verle?
-Que era un elemento aglutinador de una ideología que históricamente en España había sido anticlerical.
-¿Y él que conocía de su vida?
-Que yo tenía una influencia o un acceso directo al cardenal Tarancón.
-¿Sabía el cardenal su encuentro con “Isidoro”?
-No. Y así se lo dije a Felipe cuando él me hizo una propuesta que yo consideré que no era oportuna en aquel momento.
-¿Le prometió usted algo?
-Que transmitiría al cardenal su deseo de que los obispos españoles hicieran un manifiesto sobre las coincidencias entre la Iglesia y el PSOE.
-¿El gran protagonista de aquella época en la que la sociedad estaba desarmada y resignada?
-Fue el pueblo el que pidió el cambio político y ahora pide el cambio ético.